Ilustración: Tomada de James Mudie Spence. La tierra de Bolívar, o guerra, paz y aventura en la República de Venezuela. Banco Central de Venezuela, Caracas, 1988. |
Las primeras referencias sobre las frutas de América aparecieron en las numerosas y extensas relaciones que hicieron los cronistas de Indias. Ellos destacaron con asombro el considerable número de plantas que fructificaban durante todo el año, describiendo con increíble deleite las formas, el exquisito perfume y sabor de las frutas del trópico americano, donde no había el mismo tipo de cambios estacionales que influyeran sobre la vegetación como en Europa, continente en el que se habían ideado una serie de métodos para conservar las frutas cuando había abundancia de ellas, para consumirlas en períodos de escasez.
En muchas ocasiones las compararon y hasta llegaron a denominarlas con nombres de frutas europeas. En otras, las voces indígenas empleadas para designarlas fueron tomadas para nombrar frutas de apariencia semejante, aunque fueran muy diferentes en sus características. Fascinados por la cantidad de frutas tropicales desconocidas por ellos y sus variados sabores y perfumes, hicieron sólo brevísimas referencias a los frutos de uso ordinario y frecuente que transportaron desde Europa.
Los testimonios hallados y las descripciones de los cronistas indican que el hombre americano consumió una gran variedad de frutales de diversas regiones y desde tiempos remotos. Algunos se encuentran representados en vasijas de cerámicas muy antiguas, en testimonios gráficos o citados en textos sagrados y en parte de la tradición oral de algunos pueblos, la cual fue recogida y transcrita por los cronistas. Muchas de las leyendas sobre su origen, sus aplicaciones rituales o medicinales posiblemente no fueron registradas adecuadamente, por carecer los cronistas de conocimientos profundos de los innumerables idiomas que hablaban los pueblos americanos, y sólo se registraron sus usos más evidentes.
Son abundantes las referencias a los obsequios con los cuales los grupos indígenas agasajaban a los europeos en los primeros contactos: con jugos de frutas servidos en copas –presumiblemente de tapara– y frutas dulces, blandas y suaves en profusión, que presentaban para su disfrute en grandes bandejas de madera. En la carta que envía Colón a los Reyes católicos, en la que reseña su desembarco en el oriente venezolano, en su tercer viaje a las Indias en agosto de 1498, fecha cuando pisó por primera vez tierra firme del continente en la península de Paria y estableció el primer contacto con sus habitantes, apunta que la gente que bajó a tierra fue recibida «honrosamente en una casa muy grande donde los hicieron sentar y les obsequiaron gran variedad de frutas y vinos de muchas clases, blanco y tinto aunque no de uvas; deben ser producidos de diversas frutas…», bebidas diferentes a las que solían consumir en España.
Una vez que América comienza a formar parte de las rutas mundiales del comercio, algunas plantas se difundieron desde los lugares tropicales del sureste de Asia hasta nuestro continente, y pasaron a engrosar la lista de frutales consumidos por el hombre americano. Asimismo, frutas y otros cultivos tradicionales americanos se difundieron hacia otras regiones de América y hacia Europa y otros continentes. Llegaron trasladados en naves españolas y portuguesas a los confines más lejanos en los que fueron cultivados, y pasaron a formar parte importante de la dieta diaria de numerosos pueblos del mundo.
En Venezuela se encuentran notables referencias al uso de frutas cultivadas o silvestres de especies originarias de América. Así Juan de Castellanos se refiere a los cultivos de mamones y a su incomparable fronda en el oriente del país:
Tienen las más insignes poblaciones
en unas mesas llanas asentadas,
debajo de los macos, ó mamones,
plantados por hileras ordenadas,
árboles de hermosas proporciones,
cuyas hojas jamás se ven mudadas;
su vista de grandísimo contento,
y el fruto dellos es de gran sustento.
Este mismo cronista apunta algunas de las frutas que fueron traídas de Europa hasta la isla de Margarita, donde pasaron a engrosar la lista de las consumidas por naturales y europeos:
Hicieron muy buenas heredades
en los lugares más acomodados,
y tomáronse muchas propiedades
de sitios para hatos de ganados:
trujéronse de España variedades
de plantas con higueras y granados,
demás de muchos frutos naturales
que ella de suyo tiene principales.
Y reseña la gran variedad de frutas que se logaba cultivar en el generoso suelo de esta isla, afamados hasta hoy por la dulzura y excelente calidad, en ellas destacan las que eran consumidas por los europeos y la existencia de otras variedades que eran usadas por los naturales, aunque desechadas por los colonizadores:
Hay muchos higos uvas y melones
dignísimos de ver en mesas de reyes,
Pitahayas, guanábanas, anones, guayabas y guaraes y mameyes:
Hay chica, cotuprices, caracueyes.
con otros muchos más que se desechan
indios naturales aprovechan.
Las frutas, en toda la extensión de lo que hoy es territorio venezolano, se ingería fresca, en jugos o bebidas fermentadas que los colonizadores denominaban vinos. Hay prolijas descripciones de los utensilios empleados para la elaboración de jugos, de los recipientes para el depósito de bebidas fermentadas que se hacían de variadas frutas y también comentarios sobre el gran consumo de dichas bebidas durante los períodos de cosecha o de festivales religiosos colectivos.
La tierra de las nuevas poblaciones no dejaba de ser ponderada por su fertilidad, gracias a la elevada capacidad de adaptación que, por lo general, tuvieron las especies procedentes de otras regiones de América y de España. En 1575, según documentos de la época, en la actual área metropolitana de Caracas existía el cultivo doméstico de higos, granadas y membrillos y, a fines de 1700, se menciona el de perales y granados, limoneros y naranjos. En los centros poblados de la provincia, tomando en cuenta las variables impuestas por las condiciones del suelo y clima, la introducción de nuevos frutales fue similar. Así lo corroboran diferentes fuentes históricas, y podemos citar como ejemplo las referencias a San Cristóbal, donde abundan naranjos y limoneros; Trujillo, que produjo melocotones y albaricoques con los cuales hacían afamados dulces y licores; Barquisimeto y sus alrededores, donde se cultivaban hermosos membrillos y se hacían jaleas de reconocida calidad.
***
Extraído del libro Frutales menores de la tradición venezolana. Investigación y textos: Cecilia Fuentes y daría Hernández. Editado por la Fundación Bigott.