Hace varios años di una conferencia sobre la idea medieval de que el mundo es un libro que espera que lo leamos. Los monjes solían usar la expresión liber mundi, el "libro del mundo", para referirse a una especie de alfabetización espiritual. Después de la conferencia me telefoneó una mujer que había asistido a ella, un ama de casa, que me preguntó si estaría dispuesto a visitarla para leer su casa desde ese punto de vista. Yo jamás había participado en nada semejante, pero en terapia había hecho durante años lecturas de sueños y de dibujos, de modo que la idea me atrajo.
Recorrimos juntos las habitaciones, observándolas con atención y hablando tranquilamente de nuestras impresiones. La "lectura" no fue un análisis ni una interpretación. Era más bien algo así como "seguir soñando la casa", parafraseando una expresión de Jung: "seguir soñando el sueño". Mi idea era ver la poesía y el alfabeto de la casa, entender los gestos que hacía en su arquitectura, sus colores, sus muebles, su decoración y el estado en que se hallaba en aquel preciso momento. La mujer estaba realmente consagrada a su hogar y quería dar a las labores domésticas un lugar de dignidad en su vida.
Algunas de las imágenes que nos llegaban eran personales. Oí relatos de un matrimonio anterior, de hijos y visitantes, y de la infancia de mi anfitriona. Otros tenían que ver con la arquitectura del edificio y con la historia del país, y algunos se referían a cuestiones filosóficas relacionadas con la naturaleza de los conceptos de vivienda y abrigo.
Recuerdo en particular un cuarto de baño inmaculado con suaves azulejos y colores frescos. El cuarto de baño es una habitación llena de intensas imágenes y de contenido psicológico: desechos corporales, higiene, intimidad, cosméticos, ropa, desnudez, tuberías conectadas con instalaciones subterráneas y agua corriente. Es el escenario preferido de muchos sueños, un indicio de su especial atractivo para la imaginación. Aquel cuarto de baño me pareció excepcionalmente ordenado y limpio, y como yo había accedido a hacer una lectura sincera y fiel de la casa, hablamos de los esfuerzos que hacía mi anfitriona por mantener impecable aquella habitación.
En la lectura de su casa, yo no me propuse descubrir quién era aquella mujer, ni encontrar algo que no encajara, ni sugerirle ninguna manera nueva de vivir. Estábamos simplemente mirando su hogar de un modo especial para tener algunos atisbos del alma que se oculta en lo común y cotidiano. Al final de nuestro recorrido, , los dos nos sentíamos excepcionalmente conectados con el lugar y con sus cosas. Yo, por mi parte, estaba motivado para reflexionar sobre mi propia casa y para pensar con mayor profundidad en la poética de la vida cotidiana.
El hogar es un lugar de trabajo cotidiano, independientemente de que tengamos o no un trabajo "afuera". Si el lector se pusiera a leer su propia casa, en algún momento se encontraría frente a las herramientas del trabajo doméstico: la aspiradora, los trapos de sacar el polvo, jabones, esponjas, el fregadero, el martillo, el destornillador... Son todas cosas muy simples, y sin embargo son fundamentales para sentir que se está en casa. Jean Lall, astróloga y terapeuta de Baltimore, da conferencias sobre el alma del trabajo doméstico, al que llama «un sendero de contemplación» y dice que si denigramos el trabajo que hay que hacer todos los días en el hogar, desde cocinar hasta lavar la ropa, perdemos nuestro afecto por el mundo inmediato. Hay también una relación muy estrecha, dice, entre el trabajo cotidiano de la casa y la responsabilidad por nuestro entorno natural.
Se lo podría expresar de esta manera: hay dioses del hogar, y nuestro trabajo diario es una manera de reconocer a estos espíritus hogareños que tan importantes son para el sostenimiento de nuestra vida. Para ellos, una fregona es un objeto sacramental, y cuando la utilizamos con cuidado le estamos dando algo al alma. En este sentido, limpiar el cuarto de baño es una forma de terapia, porque hay una correspondencia entre la habitación real y una cierta cámara del corazón. El cuarto de baños que se nos pare e en sueños es a la vez la habitación que hay en casa y un objeto poético que describe un espacio del alma.
"Lea" la casa de su vida laboral externa de la misma forma que yo leí el hogar de aquella mujer: examinando el entorno, mirando con atención las herramientas, considerando de qué manera se organiza el tiempo y observando los estados anímicos y las emociones que suelen acompañar al trabajo. La forma en que usted pasa su jornada laboral 0lo que mira, dónde se sienta y con qué trabaja– tiene importancia, no sólo en función de la eficiencia, sino por su efecto en la sensación que tiene de sí mismo y en la dirección que sigue su imaginación. Hay empresas donde la falta de alma en su concepción del trabajo se esconde tras un barniz de paredes falsas, plantas de plástico y seudoarte. Si eso es lo que aportamos al lugar de trabajo en nombre de la belleza, esa será también la medida de plenitud de alma que tendremos en nuestra labor. El alma no es algo que se pueda falsificar sin graves consecuencias. Si estamos rodeados de helechos de plástico, estaremos llenos de pensamientos de plástico.
***
Extraído de:
Moore, Thomas. (1996). El cuidado del alma. Guía para el cultivo de lo profundo y lo sagrado en la vida cotidiana. Barcelona: Urano.
Se lo podría expresar de esta manera: hay dioses del hogar, y nuestro trabajo diario es una manera de reconocer a estos espíritus hogareños que tan importantes son para el sostenimiento de nuestra vida. Para ellos, una fregona es un objeto sacramental, y cuando la utilizamos con cuidado le estamos dando algo al alma. En este sentido, limpiar el cuarto de baño es una forma de terapia, porque hay una correspondencia entre la habitación real y una cierta cámara del corazón. El cuarto de baños que se nos pare e en sueños es a la vez la habitación que hay en casa y un objeto poético que describe un espacio del alma.
"Lea" la casa de su vida laboral externa de la misma forma que yo leí el hogar de aquella mujer: examinando el entorno, mirando con atención las herramientas, considerando de qué manera se organiza el tiempo y observando los estados anímicos y las emociones que suelen acompañar al trabajo. La forma en que usted pasa su jornada laboral 0lo que mira, dónde se sienta y con qué trabaja– tiene importancia, no sólo en función de la eficiencia, sino por su efecto en la sensación que tiene de sí mismo y en la dirección que sigue su imaginación. Hay empresas donde la falta de alma en su concepción del trabajo se esconde tras un barniz de paredes falsas, plantas de plástico y seudoarte. Si eso es lo que aportamos al lugar de trabajo en nombre de la belleza, esa será también la medida de plenitud de alma que tendremos en nuestra labor. El alma no es algo que se pueda falsificar sin graves consecuencias. Si estamos rodeados de helechos de plástico, estaremos llenos de pensamientos de plástico.
***
Extraído de:
Moore, Thomas. (1996). El cuidado del alma. Guía para el cultivo de lo profundo y lo sagrado en la vida cotidiana. Barcelona: Urano.