Mucha gente se siente hoy desanimada porque no encuentra salidas positivas para nuestro mundo. Si hemos de hacer caso a los mass media, a las políticas de los estados y a la marcha de la economía, eso es muy cierto. Pero hay mucho más en este mundo de Dios...
Con estas palabras no queremos hacer otra cosa que expresar la conciencia reflexiva que tenemos de la situación actual, una conciencia que nos hace comprobar más y más que, hoy día, ningún problema puede plantearse y mucho menos resolverse separadamente de los problemas de los otros pueblos y las otras tradiciones. Estamos cada vez más convencidos de nuestra independencia y de la necesidad de conocer lo que han experimentado otros pueblos al afrontar los grandes desafíos de la vida humana. Es decir, hoy no existe ninguna tradición humana autosuficiente, de manera que podemos hablar de un imperativo intercultural.
Esta nueva conciencia es tan nueva como vieja. Es vieja porque el aspecto holístico del universo, la armonía con la naturaleza y la comunión con los otros seres humanos son elementos que se encuentran en casi todas las culturas y religiones desde tiempo inmemorial. Hemos de dejar de tener el síndrome colonialista de mirar las cosas desde la única perspectiva dominante. Es un hecho que el concepto mecanicista de la ciencia occidental moderna, así como su espíritu, que ha imperado en estos doscientos últimos años, ha empezado a sufrir un cambio radical desde dentro mismo de la comunidad científica, de manera que el viejo conflicto entre ciencia y religión es algo que empieza a ser archivado.
Es nueva en un sentido doble: primero, porque cada fenómeno humano es único, y si ahora recuperamos la visión holística e interdependiente de una cultura más tradicional, lo hacemos de una manera propia, única y verdaderamente nuestra.
Segundo, también es nueva porque la moderna tecnología nos ha hecho darnos cuenta de una cosa que la humanidad hasta ahora ignoraba. La humanidad, desde muy antiguo, tenía conciencia de los fenómenos escatológicos y de la contingencia del universo: kalpa, según un concepto hindú. En cambio, a la humanidad, la idea de un suicidio/parricidio colectivo no le había ocurrido hasta ahora. Es un novum. Hoy podemos destruirnos y podemos destruirlo todo sobre el planeta. Hoy el universo tecnológico es más potente que el universo natural. La solidaridad cósmica no es nueva, pero sí es nuevo el poder que el "homo technologicus" tiene para destruir el propio sujeto de la conciencia. He aquí un pensamiento que la humanidad aún no ha pensado realmente; he aquí la aparición de una nueva conciencia con un poder nuevo mucho más capaz que la idea tradicional de la muerte.
RAIMON PANIKKAR
Filósofo y teólogo
***Artículo extraído de: Nueva Conciencia. Extra monográfico nº22 de Integral. Barcelona, 1994.