Caminos de Autoconocimiento

II.- ¿QUÉ ES LA MENTE Y PARA QUÉ SIRVE?


Si vamos a construir algo necesitamos herramientas, pero ¿qué clase de herramientas? ¿Un martillo? ¿Un destornillador? ¿Un serrucho? Tal vez puedan servirnos, pero adivina qué: vinimos dotados con nuestras propias herramientas. ¿Te sorprende? ¿Qué clase de Dios te pondría en este mundo y te pidiera que construyeras sin dotarte de herramientas?

Hay tres herramientas con las cuales todos hemos sido dotados: mente, imaginación y creatividad (estas dos pueden parecer sinónimos, pero en realidad son distintas). Comencemos con la mente: qué es y para qué sirve. No es mi intención escribir un tratado y menos aún darte la respuesta correcta. Sólo puedo darte mi respuesta, y si algo de lo que lees resuena en ti, entonces podremos decir que se ha dado una conexión; pero lo más probable es que a medida que vayas leyendo se vaya aclarando en tu interior lo que es la mente. ¿Sabes por qué? Porque ella forma parte de ti, tú la conoces, allí está la magia de todo esto: cada persona puede ofrecer su propia definición desde su verdad, desde su vivencia, sin recurrir a tecnicismos académicos, a términos rebuscados que nada tienen que ver con lo que somos.

Siento que está haciendo presencia mi ego, lo veo venir, siempre llega arrastrando consigo una oleada de temor para hacernos dudar. Me está diciendo que quién soy yo para ofrecer alguna definición de mente (o tal vez “demente”). ¿Acaso soy psicóloga o filósofa? ¿Creo que es fácil adentrarme en este terreno? Se entromete en mis archivos y los abre colocando ante mí figuras intimidantes: Aristóteles, Sócrates, Platón, Freud… Comienzo a sentirme muy pequeñita. No puedo decir que mi ego se alegre, porque creo el ego desconoce la alegría, pero lo siento engrandecerse, se sabe a punto de ganar la batalla (¡Le encanta una batalla!).

Sin embargo, ante mi decisión de continuar, comienza a desinflarse, no demasiado rápido, por supuesto, no se irá sin pelear, conoce muy bien el lenguaje de las peleas, tácticas, estrategias, etc. todo lo que implique subterfugio. No puedo batallar con él o crecerá. Me tiende su trampa, me reta, quiere que me defienda. Me muestra un panorama del futuro ¡es una de sus mejores armas! Nos da una visión desalentadora del porvenir. Me dice: “harás el ridículo, los expertos te desautorizarán”. Digno de él tender una trampa dentro de otra: dentro del miedo introduce la vanidad: “Los expertos te desautorizarán”. vale decir que muchas personas leerán estas palabras, vale decir que “los expertos” (quienes quiera que sean) se interesarán en lo que he escrito. Con esa imagen pretende embelesarme y detenerme a la vez. Si los expertos me leerán debería sentirme intimidada y, a fin de cuentas, renunciar a esta locura. Sin embargo me parece que tengo algo que decir y que he de hacerlo desde mí, estando conciente de que mi verdad es una entre muchas y en ningún caso la última palabra, recordemos que el final no existe, todo está sujeto al proceso de mutación, incluso un duro bloque forma parte de la vida y está condenado a transformarse.

Habiéndose marchado mi ego, vuelvo a la pregunta: ¿Qué es lamente y para qué sirve? Mi respuesta más inmediata y sincera es NO LO SÉ. Reconocer que no sabemos algo es siempre un buen punto de partida. Veámoslo así: si ya sabemos algo pasemos la página y vayamos a lo que no sabemos. Si en el pasado hombres y mujeres se hubiesen quedado con lo que sabían no disfrutaríamos hoy de tantos avances y descubrimientos. Y si ahora mismo nos quedamos con lo que sabemos, nos estancaremos y nos negaremos posibilidades maravillosas. Quien no es capaz de ir más allá de lo que sabe se está negando a crecer. Hay demasiadas cosas que no sabemos. Así que adelante, avancemos hacia el NO-SABER.

Evidentemente, el no-saber se construye partiendo de preguntas y no de respuestas. Una de las preguntas que se me viene al pensar en la mente es: ¿Dónde queda? ¿Dónde reside la mente? Otra pregunta es: ¿Al morir nosotros muere también nuestra mente? Veamos que podemos sacar en claro.

Muchas personas piensan que la mente está ubicada dentro de la cabeza. ¿En el cerebro, tal vez? Bien, los científicos han demostrado que en nuestro cerebro tienen lugar un sinfín de funciones conectadas a reacciones químicas. Incluso han llegado a demostrar que las emociones están conectadas con este tipo de reacciones, pero el hecho de que todo ese proceso maravilloso tenga lugar en el más complejo de nuestros órganos no significa que lo que somos se reduzca a la química. ¿Qué somos? El número de respuestas que pueden surgir ante esta pregunta nos indica que, por lo menos, somos creaciones complejas y, dentro de esa complejidad, hemos sido dotados con una herramienta conocida como mente. La mente forma parte de lo que somos, pero eso no quiere decir que esté confinada dentro de nuestro cuerpo físico o que resida en algún órgano, aunque esté en conexión estrecha con nuestro maravilloso cerebro.

La mente es algo inaprehensible, por ende no puede ser ubicada, no podemos verla, pero está ahí, tal como el aire. ¿Para qué nos sirve la mente? Para pensar. Dentro de nuestro cuerpo físico es el cerebro el que nos ayuda a organizar los pensamientos. De hecho, cuando nuestro cerebro sufre algún daño severo o se deteriora, nuestra capacidad para organizar los pensamientos se ve afectada, pero la mente sigue ahí, lo que sucede es que el órgano físico que le servía de canal se ha estropeado. Digamos que la antena se ha dañado y que en nuestro televisor las imágenes no se ven co claridad, se ven distorsionadas o simplemente no se ven, pero eso no significa que la frecuencia, la emisión o señal, no continúe estando allí, es sólo que no puede ser captada. Lo mismo sucede entre la mente y el cerebro, éste último puede dañarse y la persona pareciera estar en blanco, per la mente continúa allí, sólo que no cuenta en un canal en buen estado para fluir.

Si morimos, ciertamente nuestro cerebro también muere, pero nuestra mente no puede morir, ya que ella forma parte de una red más compleja.

Nidesca Suárez

CONTINUARÁ.

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Para leer la primera parte ve a: I.- Seguridad y Locura
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Cinco frases que hacen crecer la nariz de Pinocho II

"Plantar árboles es siempre un acto de amor a la naturaleza"

El mundo está siendo desollado de su piel vegetal y la tierra ya no puede absorber y almacenar las lluvias. Se multiplican las sequías y las inundaciones mientras sucumben las selvas tropicales, devoradas por las explotaciones ganaderas y los cultivos de exportación que el mercado exige y los banqueros aplauden. Cada hamburguesa cuesta nueve metros cuadrados de selva centroamericana. Y cuando uno se entera de que el mundo estará calvo más temprano que tarde, con algunos restos de selva en Zaire y Brasil, y que los bosques de México se han reducido a la mitad en menos de medio siglo, uno se pregunta: ¿Quiénes son peligrosos? ¿Los indígenas que se han alzado en armas en la selva Lacandona, o las empresas ganaderas y madereras que están liquidando esa selva y dejan a los indios sin casa y a México sin árboles? ¿Y los banqueros que imponen esta política, identificando progreso con máxima rentabilidad y modernización con devastación?

Pero resulta que los banqueros han abandonado la usura para consagrarse a la ecología, y la prueba está: el Banco Mundial otorga generosos créditos para forestación. El Banco planta árboles y cosecha prestigio en un mundo escandalizado por el arrasamiento de sus bosques. Conmovedora historia, digna de ser llevada a la televisión: el destripador distribuye miembros ortopédicos entre las víctimas de sus mutilaciones.

En estas nuevas plantaciones madereras, no cantan los pájaros. Nada tienen que ver los bosques naturales aniquilados, que eran pueblos de árboles diferentes abrazados a su modo y madera, fuentes de vida diversas que sabiamente se multiplicaba a sí misma, con estos ejércitos de árboles todos iguales, plantados como soldaditos en fila y destinados al servicio industrial.

Las plantaciones madereras de exportación no resuelven problemas ecológicos, sino que los crean, y los crean en los cuatro puntos cardinales del mundo. Un par de ejemplos: en la región de Madhya Pradesh, en el centro de la India, que había sido célebre por la abundancia de sus manantiales, la tala de los bosques naturales y las plantaciones extensivas de eucaliptos han actuado como un implacable papel secante que ha acabado con todas las aguas; en Chile, al sur de Concepción, las plantaciones de pinos proporcionan sequía a toda la región. El presidente del Uruguay hincha el pecho de orgullo: los finlandeses están produciendo madera en nuestro país. Vender árboles a Finlandia, país maderero, es una proeza, como vender hielo a los esquimales. Pero ocurre que los finlandeses plantan en el Uruguay los bosques artificiales que en Finlandia están prohibidos por las leyes de protección a la naturaleza.


"Entre el capital y el trabajo, la ecología es neutral"

Se podrá decir cualquier cosa de Al Capone, pero él era un caballero: el bueno de Al siempre enviaba flores a los velorios de sus víctimas. Las empresas gigantes de la industria química, la industria petrolera y la industria automovilística han pagado buena parte de los gastos de la Eco-92, la conferencia internacional que en Río de Janeiro se ocupó de la agonía del planeta. Y esa conferencia, llamada Cumbre de la Tierra, no condenó a las empresas trasnacionales que producen contaminación y viven de ella, y ni siquiera pronunció una palabra contra la ilimitada libertad de comercio que hace posible la vena de veneno. Como señaló, en aquellos días, el comentarista André Carothers: “en el programa de acción finalmente aprobado, la principal referencia a las compañías trasnacionales entra dentro de la categoría de grupos cuyo papel en los procesos decisorios internacionales debe reforzarse, de manera que los gigantes de la industria figuran junto a los niños, las mujeres y los grupos indígenas”. 

En el gran baile de máscaras del fin del milenio, hasta la industria química se viste de verde. La angustia ecológica perturba el sueño de los mayores laboratorios del mundo, que para ayudar a la naturaleza están inventando nuevos cultivos biotecnológicos. Pero estos desvelos científicos de los grandes laboratorios no se proponen encontrar plantas más resistentes, que puedan enfrentar las plagas sin ayuda química, sino que buscan nuevas plantas capaces de resistir los plaguicidas y herbicidas que esos mismos laboratorios producen. De las diez empresas productoras de semillas más grandes del mundo, seis fabrican pesticidas (Sandoz, Ciba-Geigy, Dekalb, Pfeizer, Upjohn, Shell, lCD). La industria química no tiene tendencias masoquistas. 

En cambio, las tendencias homicidas y mundicidas de los grandes laboratorios no sólo se manifiestan en los países del sur del mundo —adonde envían, bautizados con otros nombres, los productos que el norte prohíbe—, sino también en sus países de origen. En su edición del 21 de marzo de 1994, la revista Newsweek informó que en el último medio siglo el esperma masculino se ha reducido a la mitad en los Estados Unidos, al mismo tiempo que se ha multiplicado espectacularmente el cáncer de mama y el de testículo. Según las fuentes científicas consultadas por la revista, los datos disponibles indican que la intoxicación química de la tierra y el agua tiene la responsabilidad principal en estos desastres, y esa intoxicación proviene, en gran medida, de ciertos abonos y pesticidas industriales. 


¿Lo que es bueno para las grandes empresas es bueno para la humanidad? La reconquista de este mundo usurpado, la recuperación del planeta o lo que nos quede de él, implica la denuncia de la impunidad del dinero y la negación de la mentirosa identidad entre la libertad del dinero y la libertad humana. La ecología neutral, que más bien se parece a la jardinería, se hace cómplice de la injusticia de un mundo donde la comida sana, el agua limpia, el aire puro y el silencio no son derechos de todos, sino privilegios de los pocos que pueden pagarlos. 


Han sido pobres todos los muchos muertos del cólera en América Latina, ahora que volvió aquella peste de los tiempos viejos: las aguas y los alimentos contaminados por los desechos industriales y los venenos químicos han matado gente como moscas. ¿Será que Dios cree, como los sacerdotes del mercado, que la pobreza es el castigo que la ineficiencia merece? Toda esa gente que había cometido el delito de ser pobre, ¿fue sacrificada por el cólera o por un sistema que pudre lo que toca, y que en plena euforia de la libertad del mercado desmantela los controles estatales y desampara la salud pública? 

Chico Mendes, obrero del caucho, cayó asesinado a fines de 1988, en la Amazonia brasileña, por creer lo que creía: que la militancia ecológica no puede divorciarse de la lucha social. Chico creía que la floresta amazónica no será salvada mientras no se haga la reforma agraria en Brasil. Sin reforma agraria, los campesinos expulsados por el latifundio seguirán siendo puntas de lanza de la expansión del propio latifundio selva adentro, un ejército de colonos muertos de hambre que arrasan bosques y exterminan indios por cuenta del puñado de empresarios que acaparan la tierra conquistada y por conquistar. 


Cinco años después del crimen de Chico Mendes, los obispos brasileños denunciaron que más de cien trabajadores rurales mueren asesinados, cada año, en la lucha por la tierra, y calcularon que cuatro millones de campesinos sin trabajo se encaminaban a las ciudades desde las plantaciones del interior. 


Adaptando las cifras a cada país, esa declaración de los obispos retrata a toda América Latina. Las grandes ciudades latinoamericanas, hinchadas a reventar por la incesante invasión de los exiliados del campo, son una catástrofe ecológica: una catástrofe que no se puede entender ni cambiar dentro de los límites de una ecología sorda ante el clamor social y ciega ante el compromiso político. Nuestros hormigueros urbanos seguirán siendo infiernos de la ecología aunque se pongan en prácti ca los proyectos surrealistas que deliran ante las consecuencias por impotencia ante las causas: en Santiago de Chile proponen volar un cerro con dinamita, para que los vientos puedan limpiar el aire; en Ciudad de México se proyectan ventiladores del tamaño de rascacielos... 


"La naturaleza está fuera de nosotros"

En sus Diez Mandamientos, Dios olvidó mencionar a la naturaleza. Entre las órdenes que nos envió desde el monte Sinaí, el Señor hubiera podido agregar, pongamos por caso: “Honrarás a la naturaleza de la que formas parte”. Pero no se le ocurrió.

Hace cinco siglos, cuando América fue apresada por el mercado mundial, la civilización invasora confundió a la ecología con la idolatría. La comunión con la naturaleza era pecado, y merecía castigo. Según las crónicas de la conquista, los indios nómadas que usaban cortezas para vestirse jamás desollaban el tronco entero, para no aniquilar el árbol, y los indios sedentarios plantaban cultivos diversos y con períodos de descanso, para no cansar la tierra. La civilización que venía a imponer los devastadores monocultivos de exportación, no podía entender a las culturas integradas a la naturaleza, y las confundió con la vocación demoníaca o la ignorancia. 

Y así siguió siendo. Los indios de Yucatán y los que después se alzaron con Emiliano Zapata, perdieron sus guerras por atender las siembras y las cosechas del maíz. Llamados por la tierra, los soldados se desmovilizaban en los momentos decisivos del combate. Para la cultura dominante, que es militar, así los indios probaban su cobardía o su estupidez. 

Para la civilización que dice ser occidental y cristiana, la naturaleza era una bestia feroz que habla que domar y castigar para que funcionara como una máquina, puesta a nuestro servicio desde siempre y para siempre. La naturaleza, que era eterna, nos debía esclavitud. 


Muy recientemente nos hemos enterado de que la naturaleza se cansa, como nosotros, sus hijos; y hemos sabido que, como nosotros, puede morir asesinada. Ya no se habla de someter a la naturaleza: ahora hasta sus verdugos dicen que hay que protegerla. Pero en uno u otro caso, naturaleza sometida o naturaleza protegida, ella está fuera de nosotros. La civilización que confunde a los relojes con el tiempo, al crecimiento con el desarrollo y a lo grandote con la grandeza, también confunde a la naturaleza con el paisaje, mientras el mundo, laberinto sin centro, se dedica a romper su propio cielo.

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Extraído de:
Galeano, Eduardo (1994). Úselo y tírelo. Buenos Aires: Editorial Planeta Argentina.


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Cinco frases que hacen crecer la nariz de Pinocho I


“Somos todos culpables de la ruina del planeta”
La salud del mundo está hecha un asco. “somos todos responsables”, claman las voces de la alarma universal, y la generalización absuelve: si somos todos responsables, nadie es.

Como conejos se reproducen los nuevos tecnócratas del medio ambiente. Es la tasa de natalidad más alta del mundo: los expertos generan expertos y más expertos que se ocupan de envolver el tema en el papel celofán de la ambigüedad. ellos fabrican el brumoso lenguaje de las exhortaciones al “sacrificio de todos” en las declaraciones de los gobiernos y en los solemnes acuerdos internacionales que nadie cumple. Estas cataratas de palabras, inundación que amenaza convertirse en una catástrofe ecológica comparable al agujero de ozono, no se desencadenan gratuitamente. El lenguaje oficial ahoga la realidad para otorgar impunidad a la sociedad de consumo, a quienes la imponen por modelo en nombre del desarrollo y las grandes empresas que le sacan el jugo.

Pero las estadísticas confiesan. Los datos ocultos bajo el palabrerío revelan que el veinte por ciento de la humanidad comete el ochenta por ciento de las agresiones contra la naturaleza, crimen que los asesinos llaman suicidio, y es la humanidad entera quien paga las consecuencias de la degradación  de la tierra, la intoxicación del aire, el envenenamiento del agua, el enloquecimiento del clima y la dilapidación de los recursos naturales no renovables.

La señora Harlem Bruntland, que encabeza el gobierno de Noruega, comprobó recientemente que “si los siete mil millones de pobladores del planeta consumieran los mismo que los países desarrollados de Occidente, harían falta diez planetas como el nuestro para satisfacer todas sus necesidades”. Una experiencia imposible. Pero los gobernantes de los países del sur que prometen el ingreso al Primer Mundo, mágico pasaporte que nos hará a todos ricos y felices, no sólo deberían ser procesados por estafa. No sólo nos están tomando el pelo, no: además, esos gobernantes están cometiendo el delito de apología del crimen. Porque este sistema de vida que se ofrece como paraíso, fundado en la explotación del prójimo y en la aniquilación del a naturaleza, es el que nos está enfermando el cuerpo, nos está envenenando el alma y nos está dejando sin mundo. Extirpación del comunismo, implantación del consumismo: la operación ha sido un éxito, pero el paciente se está muriendo.

“Es verde lo que se pinta de verde”
Ahora los gigantes de la industria química hacen su publicidad en color verde y el Banco mundial lava su imagen repitiendo la palabra ecología en cada página de sus informes y tiñendo de verde sus préstamos. “En las condiciones de nuestros préstamos hay normas ambientales estrictas”, aclara el presidente de la suprema banquería del mundo.

Somos todos ecologistas, hasta que alguna medida concreta limita la libertad de contaminación. Cuando se aprobó en el Parlamente del Uruguay una tímida ley de defensa del medio ambiente, las empresas que echan veneno al aire y pudren las aguas se sacaron súbitamente la recién comprada careta verde y gritaron su verdad en términos que podrían ser resumidos así: “Los defensores de la naturaleza son abogados de la pobreza, dedicados a sabotear el desarrollo económico ya espantar la inversión extranjera”.

El Banco Mundial, en cambio, es el principal promotor de la riqueza, el desarrollo y la inversión extranjera. Quizás por reunir tantas virtudes el Banco manejará, junto a las Naciones Unidas, el recién creado Fondo para el Medio Ambiente Mundial. Este impuesto a la mala conciencia dispondrá de poco dinero, cien veces menos de lo que habían pedido los ecologistas, para financiar proyectos que no destruyan la naturaleza. Intención irreprochable, conclusión inevitable: si esos proyectos requieren un fondo especial, el Banco Mundial está admitiendo, de hecho, que todos sus demás proyectos hacen un flaco favor al medio ambiente.

El Banco se llama Mundial, como el Fondo Monetario se llama Internacional, pero estos hermanos gemelos viven, cobran y deciden en Washington. Quien paga, manda; y la numerosa tecnocracia jamás escupe el plato donde come. Siendo, como es, el principal acreedor del llamado Tercer Mundo, el Banco Mundial gobierna a nuestros países cautivos, que por servicio de deuda pagan a sus acreedores externos 250 mil dólares por minuto; y les impone su política económica en función del dinero que concede o promete. No hay manera de apagar la sed de esa vasija agujereada; cuanto más pagamos, más debemos, y cuanto más debemos, mejor obedecemos. La asfixia financiera obliga al negocio de jugo rápido, que exprime en plan bestia a la naturaleza y a la gente y que al precio de la devastación ofrece divisas inmediatas y ganancias a corto plazo.

Así se veta el desarrollo hacia adentro y se desprecia al mercado interno y a las tradiciones locales, sinónimas del atraso, mientras pueblos y tierras son sacrificados, en nombre de la modernización, al pie de los altares del mercado internacional. Las materias primas y los alimentos se entregan a precio de regalo, cada vez más a cambio de menos, en una historia de desarrollo hacia afuera que en América Latina lleva cinco siglos de mala vida aunque ahora mienta que es nueva –neoliberalismo, Nuevo Orden Mundial– y que sólo ha servido, a la vista está, para desarrollar colosales mamarrachos.

La divinización del mercado, que compra cada vez menos y paga cada vez peor, permite atiborrar de mágicas chucherías a las grandes ciudades del sur del mundo, drogadas por la religión del consumo, mientras los campos se agotan, se pudren las aguas que los alimentan y una costra seca cubre los desiertos que antes fueron bosques.

Hasta los dragones asiáticos, que tanto sonríen para la propaganda, están sangrando por esas heridas; en Corea del Sur, sólo se puede beber un tercio del agua de los ríos; en Taiwan, un tercio del arroz no se puede comer.

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Extraído de:
Galeano, Eduardo (1994). Úselo y tírelo. Buenos Aires: Editorial Planeta Argentina.
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Frutas ancestrales de América y Venezuela

Ilustración: Tomada de James Mudie Spence. La tierra de Bolívar,
o guerra, paz y aventura en la República de Venezuela
. Banco Central de Venezuela, Caracas, 1988.
Las primeras referencias sobre las frutas de América aparecieron en las numerosas y extensas relaciones que hicieron los cronistas de Indias. Ellos destacaron con asombro el considerable número de plantas que fructificaban durante todo el año, describiendo con increíble deleite las formas, el exquisito perfume y sabor de las frutas del trópico americano, donde no había el mismo tipo de cambios estacionales que influyeran sobre la vegetación como en Europa, continente en el que se habían ideado una serie de métodos para conservar las frutas cuando había abundancia  de ellas, para consumirlas en períodos de escasez.

En muchas ocasiones las compararon y hasta llegaron a denominarlas con nombres de frutas europeas. En otras, las  voces indígenas empleadas para designarlas fueron tomadas para nombrar frutas de apariencia semejante, aunque fueran muy diferentes en sus características. Fascinados por la cantidad de frutas tropicales desconocidas por ellos y sus variados sabores y perfumes, hicieron sólo brevísimas referencias a los frutos de uso ordinario y frecuente que transportaron desde Europa.

Los testimonios hallados y las descripciones de los cronistas indican que el hombre americano consumió una gran variedad de frutales de diversas regiones y desde tiempos remotos. Algunos se encuentran representados en vasijas de cerámicas muy antiguas, en testimonios gráficos o citados en textos sagrados y en parte de la tradición oral de algunos pueblos, la cual fue recogida y transcrita por los cronistas. Muchas de las leyendas sobre su origen, sus aplicaciones rituales o medicinales posiblemente no fueron registradas adecuadamente, por carecer los cronistas de conocimientos profundos de los innumerables idiomas que hablaban los pueblos americanos, y sólo se registraron sus usos más evidentes.

Son abundantes las referencias a los obsequios con los cuales los grupos indígenas agasajaban a los europeos en los primeros contactos: con jugos de frutas servidos en copas –presumiblemente de tapara– y frutas dulces, blandas y suaves en profusión, que presentaban para su disfrute en grandes bandejas de madera. En la carta que envía Colón a los Reyes católicos, en la que reseña su desembarco en el oriente venezolano, en su tercer viaje a las Indias en agosto de 1498, fecha cuando pisó por primera vez tierra firme del continente en la península de Paria y estableció el primer contacto con sus habitantes, apunta que la gente que bajó a tierra fue recibida «honrosamente en una casa muy grande donde los hicieron sentar y les obsequiaron gran variedad de frutas y vinos de muchas clases, blanco y tinto aunque no de uvas; deben ser producidos de diversas frutas…», bebidas diferentes a las que solían consumir en España.

Una vez que América comienza a formar parte de las rutas mundiales del comercio, algunas plantas se difundieron desde los lugares tropicales del sureste de Asia hasta nuestro continente, y pasaron a engrosar la lista de frutales consumidos por el hombre americano. Asimismo, frutas y otros cultivos tradicionales americanos se difundieron hacia otras regiones de América y hacia Europa y otros continentes. Llegaron trasladados en naves españolas y portuguesas a los confines más lejanos en los que fueron cultivados, y pasaron a formar parte importante de la dieta diaria de numerosos pueblos del mundo.

En Venezuela se encuentran notables referencias al uso de frutas cultivadas o silvestres de especies originarias de América. Así Juan de Castellanos se refiere a los cultivos de mamones y a su incomparable fronda en el oriente del país:

Tienen las más insignes poblaciones
en unas mesas llanas asentadas,
debajo de los macos, ó mamones,
plantados por hileras ordenadas,
árboles de hermosas proporciones,
cuyas hojas jamás se ven mudadas;
su vista de grandísimo contento,
y el fruto dellos es de gran sustento.

Este mismo cronista apunta algunas de las frutas que fueron traídas de Europa hasta la isla de Margarita, donde pasaron a engrosar la lista de las consumidas por naturales y europeos:

Hicieron muy buenas heredades
en los lugares más acomodados,
y tomáronse muchas propiedades
de sitios para hatos de ganados:
trujéronse de España variedades
de plantas con higueras y granados,
demás de muchos frutos naturales
que ella de suyo tiene principales.

Y reseña la gran variedad de frutas que se logaba cultivar en el generoso suelo de esta isla, afamados hasta hoy por la dulzura y excelente calidad, en ellas destacan las que eran consumidas por los europeos y la existencia de otras variedades que eran usadas por los naturales, aunque desechadas por los colonizadores:

Hay muchos higos uvas y melones
dignísimos de ver en mesas de reyes,
Pitahayas, guanábanas, anones, guayabas y guaraes y mameyes:
Hay chica, cotuprices, caracueyes.
con otros muchos más que se desechan
indios naturales aprovechan.

Las frutas, en toda la extensión de lo que hoy es territorio venezolano, se ingería fresca, en jugos o bebidas fermentadas que los colonizadores denominaban vinos. Hay prolijas descripciones de los utensilios empleados para la elaboración de jugos, de los recipientes para el depósito de bebidas fermentadas que se hacían de variadas frutas y también comentarios sobre el gran consumo de dichas bebidas durante los períodos de cosecha o de festivales religiosos colectivos.

La tierra de las nuevas poblaciones no dejaba de ser ponderada por su fertilidad, gracias a la elevada capacidad de adaptación que, por lo general, tuvieron las especies procedentes de otras regiones de América y de España. En 1575, según documentos de la época, en la actual área metropolitana de Caracas existía el cultivo doméstico de higos, granadas y membrillos y, a fines de 1700, se menciona el de perales y granados, limoneros y naranjos. En los centros poblados de la provincia, tomando en cuenta las variables impuestas por las condiciones del suelo y clima, la introducción de nuevos frutales fue similar. Así lo corroboran diferentes fuentes históricas, y podemos citar como ejemplo las referencias a San Cristóbal, donde abundan naranjos y limoneros; Trujillo, que produjo melocotones y albaricoques con los cuales hacían afamados dulces y licores; Barquisimeto y sus alrededores, donde se cultivaban hermosos membrillos y se hacían jaleas de reconocida calidad.

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Extraído del libro Frutales menores de la tradición venezolana. Investigación y textos: Cecilia Fuentes y daría Hernández. Editado por la Fundación Bigott.



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Caminos de autoconocimiento

I.- SEGURIDAD Y LOCURA

Estamos asustados porque creemos que no valemos lo suficiente, entonces tratamos de aparentar con la esperanza de ser aprobados. Todo eso es alimento para el ego. Es una de sus trampas para subsistir.

El miedo nos paraliza, paraliza nuestra evolución. El miedo es aliado del ego, y el ego sabe que si evolucionamos a nivel espiritual él está condenado a desaparecer, ya no será amo y señor, pues sería absorbido por nuestra conciencia, y para subsistir él necesita estar al mando. No puede estar en segundo plano, esa no es una opción para él; está al mando o desaparece. El ego es un tirano, no es de extrañar entonces que los grandes tiranos estén dominados por un gran ego.

Otra trampa, ligada a la anterior, es restarnos seguridad y confianza en las ideas que nos da el corazón. No es casual que en nuestras sociedades se exalte lo “racional” y se mire despectivamente todo aquello que tenga cariz de impulsivo o “irracional”. Aceptémoslo: nuestras sociedades reposan sobre un gran ego colectivo, el mundo que conocemos se sustenta en el ego, por eso cuesta tanto sostener su lógica, de ahí tantas guerras y conflictos. Sólo un mundo demente puede tener fe en soluciones dementes. La lógica del ego es perversa.

Pero volvamos a esa idea que surge del corazón, de algún lugar resplandeciente del espíritu. ¿Qué sentimos? Durante los primeros segundos gozamos de un estado de felicidad y nada parece imposible, incluso podemos llegar a sentirnos en éxtasis. Esas agradables sensaciones son señales enviadas por nuestro maestro interno diciéndonos que vamos por muy buen camino, es nuestro maestro interno riendo, celebrando nuestra inspiración, pero la fiesta dura poco, ¿por qué? Porque el ego, al sentirse amenazado, actúa rápidamente y de manera violenta, agresiva, invasiva, y ridiculiza nuestra idea. Su lógica nos dice que estamos locos y comenzamos a sentirnos pequeñitos, la felicidad inicial desaparece opacada por el temor al fracaso, a la burla y al qué dirán, y nuestra magnífica idea es arrojada al basurero, junto a otras ideas y sueños que hemos abandonado.

Sería interesante hurgar en ese tiradero de ideas. ¿Cuántas hemos descartado? Pongámonos a ver que todas han ido a parar allí por la misma razón. “Algo” nos dijo que nos quedaban grandes, que no estábamos a la altura, que eso sobrepasaba nuestras capacidades. Ese “algo” también nos dijo que fuésemos realistas, para qué perder el tiempo en un proyecto que no sólo nos sobrepasaba, sino que además no tenía ninguna garantía de éxito.

Las garantías, la seguridad... El mundo las tiene en gran estima, pero son ilusorias, no existen, al menos no con ese nombre. Reconozcámoslas y llamémoslas por sus nombres: obstáculos, frenos, tijeras. ¿Cuántas ideas valiosas han quedado relegadas en nombre de la seguridad? “No hay seguridad alguna de que eso funcione, es mejor que lo olvides. Es una locura seguir ese camino, mejor vete por lo seguro. No pierdas el tiempo”.

Bien, en el párrafo anterior hay mucha tela que cortar, así que comencemos.

Es curioso cómo a lo largo de la historia, las sociedades se las han ingeniado para exaltar ciertas palabras y ensombrecer otras. En este caso tenemos dos conceptos contrapuestos: seguridad y locura. Quien no sigue por la senda que se considera segura es tachado automáticamente de loco.



Digamos que hay dos carreteras. Una se llama Seguridad, la otra se llama Locura. ¿Qué nos dice la sociedad? Que lo mejor es tomar la carretera Segura, supuestamente da más prestigio, te hace ver mejor ante los demás. ¿Sabes hacia qué ciudad conduce la carretera Segura? Hacia una ciudad llamada Previsible. ¡Oh, sí! Sus urbanizaciones son cuadradas y ordenadas. Es una ciudad que tiene fama de estar habitada por personas decentes. Sus casas tienen fachadas bonitas y todo parece funcionar bien. Pero tras esos ordenados jardines y esas bonitas fachadas, habitan personas que han renunciado a sus sueños y, lo más grave, han renunciado a su autenticidad, han ocultado aquello que los hace únicos, y se han convertido en especies de robots controlados por horarios, son esclavos de las apariencias. No les queda otra opción -o así parece-, puesto que al mutilar voluntariamente su interior tienen que prestar especial atención a su exterior, ya que, según creen ellos mismos, es lo único que les queda. De ahí que estén dispuestos a dar algo tan precioso como la vida por defender sus posesiones materiales, pues están convencidos de que es eso lo que los define como personas. Sufren una severa amnesia, hace tiempo olvidaron quiénes son y para qué están aquí; vagamente, como algo muy enterrado en las brumas, recuerdan haberse hecho esas preguntas (quién soy y qué hago aquí). Sin embargo, pueden despertar cuando así lo elijan y ser libres, puesto que ellos son sus propios carceleros.

¿Quién dijo que la libertad era algo fácil? Es excitante, sí, es nuestro derecho y nuestra naturaleza, pero nos aterra no saber qué hacer con esa libertad. ¿Y si nos equivocamos? Las equivocaciones forman parte del camino y están allí con un propósito, equivocarse no es excusa para ir a encerrarnos en Previsible y olvidar quiénes somos.

Por otra parte, está la carretera Locura. No va en línea recta. Ni siquiera es un solo camino, digamos que no tiene una forma definida, la forma se la da cada transeúnte. Quienes la recorren pueden hacerlo a pie, corriendo o incluso sobrevolarla, aunque es probable que mientras la recorramos tengamos que cambiar varias veces la manera de trasladarnos. Sobra decir que los ordenados transeúntes de la carretera Segura miran con desconfianza a la variopinta fauna que transita por Locura. Algunos mueven la cabeza en gesto reprobador y otros tapan los ojos de sus hijos para evitar que contaminen sus mentes con tan bizarras y peligrosas visiones.

¿A dónde conduce la carretera Locura? Eso depende de cada quien: usted arma la ruta, usted es responsable de su propio destino. ¡Ahí está el detalle! ¿Yo soy responsable? ¿Y si me equivoco no podré culpar a nadie? ¿No hay otro responsable? ¿Y si las cosas no salen como yo esperaba no podré culpar al gobierno, a mi vecino o algún desconocido? NO. Muchos frenan ante ese gran y rotundo NO, algunos se devuelven y prefieren irse por la carretera Segura directo a Previsible, otros se derrumban y pasan mucho tiempo sin moverse, presas del miedo, otros avanzan a traspiés. No hay seguridad, sólo hay riesgos e infinitas posibilidades, todas a ser construidas por ti. Es más, esa carretera no tiene final, porque los finales son ilusorios, nada termina, todo muta y se transforma, querer detener el cambio es demente, es perverso y sólo puede traer sufrimiento. No hay garantías, pero hay herramientas, y de ellas hablaremos más adelante.

Nidesca Suárez


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¿Qué sucede cuando consumes bebidas gaseosas - refrescos?




Primeros 10 minutos: 
10 cucharadas de azúcar golpean tu cuerpo (eso es prácticamente el 100% del total recomendado diariamente). No vomitas inmediatamente por el dulce extremo porque el ácido fosfórico corta el gusto. 

20 minutos:
 
El nivel de azúcar en la sangre explota, provocando un chorro de insulina. El hígado responde transformando todo el azúcar que recibe en grasa (Es mucho para este momento en particular). 

40 minutos:
 
La absorción de cafeína está completa. Tus pupilas se dilatan, la presión sanguínea sube, el hígado responde bombeando más azúcar en la corriente sanguínea. Los receptores de adenosina en el cerebro son bloqueados para evitar mareos. 

45 minutos:
 
El cuerpo aumenta la producción de dopamina, estimulando los centros de placer del cuerpo. (Físicamente funciona como con la heroína). 

50 minutos:
 
El ácido fosfórico empuja calcio, magnesio y zinc hacia el intestino grueso, aumentando el metabolismo. Las altas dosis de azúcar y otros 
edulcorantes aumentan la excreción de calcio en la orina, es decir, estás orinando parte de tus huesos, una de las causas de la OSTEOPOROSIS

60 minutos:
 
Las propiedades diuréticas de la cafeína entran en acción. Orinas. Ahora está garantizado que eliminarás más calcio, magnesio y zinc, los cuales tus huesos necesitarían.
 
A medida que la onda baja sufrirás un choque de azúcar. Te pondrás irritable. Ya habrás eliminado todo lo que estaba en el refresco, pero no sin antes haber eliminado elementos de las cuales necesitará tu organismo. 
 

¡Y esto se lo dan a beber a los  niños! No es de extrañar que cada vez más niños en el mundo padezcan diabetes y obesidad.
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¿Cómo reacciona el agua ante las imágenes?

El Dr. Masaru Emoto continuó trabajando con el agua más allá de las palabras, en sus anteriores investigaciones ya nos había demostrado cómo el agua responde a las palabras formando cristales distintos ante cada una de ellas. En esta ocasión nos muestra que el agua también responde a imágenes. He aquí el resultado:

Las imágenes se pueden ampliar al hacer click sobre ellas
Cristales de agua formados al mostrar al agua las fotografías
de flores de cerezo (arriba) y de una flor de loto (abajo)

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Cristal de agua formado al mostrar al agua
la fotografía de un zorro

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Cristal de agua formado al mostrar al agua la fotografía
de un árbol y la luna en creciente

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Cristal de agua formado al mostrar al agua la fotografía de hojas en otoño

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Cristal de agua formado al mostrar al agua la fotografía de un árbol antiguo

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AGUA Y RELIGIÓN

Veamos cómo reaccionó el agua cuando se le mostraron los nombres de cinco religiones:
Budismo

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Cristianismo
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Judaísmo
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Islam
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Hinduismo


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Extraído de
Emoto, Masaru (2006). La vida secreta del agua. México: Editorial almah



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La vida secreta del agua

El agua tiene una vida secreta. Nos muestra cómo encontrar la felicidad. Nos revela el significado del amor de la naturaleza, nos muestra el camino que la especie humana debe seguir para encontrar las respuestas que buscamos.



El agua es vida
James Love lock, profesor de biofísica, creó la Teoría Gaia, el concepto de que el mundo es una misma forma de vida, un sistema activo de regulación propia. El ambiente en la Tierra se mantiene en un nivel específico para que exista la posibilidad de la vida. El volumen de oxígeno en la atmósfera siempre es alrededor de 20% sin importar a dónde vayas. La vida vegetal produce oxígeno a través de la fotosíntesis y los animales exhalan dióxido de carbono. La atmósfera trabaja para mantener la temperatura en un rango establecido. Entonces, aunque las estaciones pueden cambiar, son capaces de mantener nuestra temperatura corporal constante. Dicen que han pasado tres y medio millones de años desde el nacimiento e la vida y, aunque el Sol se caliente gradualmente, la temperatura en la Tierra se ha mantenido dentro de límites que permiten la vida. El mundo opera en un equilibrio perfecto.

En efecto, este plantea es como una forma de vida única. ¿Y qué es lo que da vida a este plantea viviente? El agua, por supuesto. El agua permite que las plantas crezcan, que produzca oxígeno y que se mantenga la vida. Pero todos nos damos cuenta de que este equilibrio de vida peligra cada vez más. Estamos jugando incluso con el equilibrio de la atmósfera.


EL AGUA ES BELLEZA


El largo viaje del agua comenzó cuando llegó a este planeta como grupos de hielo desde las partes más lejanas del universo. De ahí surgieron las diversas formas de la naturaleza y de vida que ahora cubren la superficie de este planeta. Y desde ese punto surgió la civilización humana y nació la vida de cada individuo.

Del agua emana toda la belleza: la grandeza colorida de la naturaleza, las verdes praderas, los hilos de lluvia de seda, las nubes que filtran la luz dorada del sol, los cielos llenos de arcoíris y el mar en expansión, cada vez más azul cuanto más profundo vayas. Los rayos del sol bailan en la superficie, reflejando las plantas oceánicas y el coral que hay debajo. Peces de todos los colores nadan en bancos que se expanden y contraen de nuevo como por arte de magia. Esto es arte, una actuación magnífica en todo su esplendor.

Y luego están los cristales de agua. Como las perlas más exclusivas, tallados finamente por la naturaleza, casi como magníficos candelabros.

El trabajo de la naturaleza va mucho más allá de las aspiraciones de los artistas más grandes y lo maravilloso es que no sucedió por error. Todo es resultado de una intención clara, de un plan maestro escondido. Su creación requiere de un nivel de decisión y determinación que somos incapaces de comprender, mucho menos de imitar.

Así que debemos preguntas ¿quién?. Kazuo Murakami, profesor emérito de la Universidad Tsukuba en Japón ha utilizado el término “algo maravilloso”. Es una existencia que ha dejado su firma en cada uno de los setenta trillones de células que tenemos en nuestros cuerpos, cada una con información genética suficiente para llenar miles de páginas en blanco de miles de libros. Es justo ese ·algo maravilloso” lo que ha dado equilibrio al universo y permite que continúe moviéndose en orden.

Fue justo a través de ese tipo de conciencia como el agua llegó a esta tierra. Llegó para crear belleza.

EL AGUA ES UN ESPEJO


El agua refleja el alma humana. Si dices “Gracias” al agua, esto se reflejará en la formación de cristales hermosos desbordantes de gratitud. Si los corazones de quienes viven en el planeta están contaminados, entonces la Tierra también se contaminará.

Queda muy poco agua pura en la Tierra, sólo 3% del total. Y la cantidad de agua adecuada para el consumo humano disminuye a un ritmo alarmante. De toda la que hay en la Tierra es increíblemente pequeña la cantidad que cae de los cielos y va hacia los océanos. Casi toda el agua del planeta es salada en los océanos, mientras que la mayoría del agua potable está congelada en los glaciares en la cima de las montañas más altas. En comparación con toda el agua que fluye a los océanos, la cantidad disponible para nuestro uso es una fracción minúscula, alrededor de 1/10.000 milésimas de toda la que tenemos.

EL AGUA ES ORACIÓN

Paz mental

El agua viene a la tierra como respuesta a nuestras oraciones y ese proceso continúa justo ahora. Te preguntas ¿qué oración? La oración de que nacerá vida, respirará y echará raíces. La oración de que prosperará la naturaleza, se expandirá y acunará lo que los nativos llaman “el ciclo de la vida”. La oración de que saldrá a flote la inteligencia y las civilizaciones se unirán para proteger a la Tierra, esparciendo amor y gratitud.

¿Por qué crees que se forman cristales tan espectaculares cuando se muestra al agua las palabras “Amor” y “Gratitud”? La respuesta es que las palabras son un tipo de oración. Cuando algo está alineado con los principios de la naturaleza e interactúa con el agua, resulta la formación de cristales hermosos. Esto sucede porque la naturaleza misma  es el resultado de la oración, que es la verdadera naturaleza de los seres humanos. Todas las razas a lo largo de la historia han recurrido a la oración. Incluso actualmente, que la ciencia es lo más importante, oramos. ¿Qué corazón no ora cuando un niño enfermo se agarra firmemente a la vida o cuando un ser amado está lejos?

El agua es dada para responder nuestra oración por la vida, por la evolución y para que los humanos puedan verla y ofrecer sus oraciones. Los seres humanos son esencialmente cristales formados en esta tierra. Y por eso tenemos la responsabilidad de protegerla al cuidar el agua. Y el primer paso que podemos dar  es retomar la oración en nuestra vida.

Te ofrezco un poema acerca del agua:

Eres agua y conoces la sabiduría del agua.
Así que sólo permítete fluir,
y crecerá la maravilla.
Tu alma llegará más allá de los mares,
con armonía en oraciones de paz.
Sin detenerse, sin vacilar, con valentía,
el agua fluye.
De manera brillante y valiente entra
en el cosmos,
pues el agua sabe.

Coexistencia / Competencia


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Extraído de:
Emoto, Masaru (2006). La vida secreta del agua. México: Editorial alamah
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