Personas tipo "Yo-Yo"

Al hablar de personas “yo-yo” me refiero a aquellas cuyo principal tema de conversación suelen ser ellas mimas y, por ende, la mayor parte de las frases que emplean comienzan indefectiblemente por el pronombre personal YO. Muchas veces son incapaces de centrarse en otro tema y, cuando lo hacen, consiguen darle la vuelta para llegar nuevamente a ellas. Así, por ejemplo, uno puede estar hablando sobre el caimán del Orinoco y, tras escuchar por breves segundos, pues su capacidad de escucha es realmente limitada, te interrumpen con frases del tipo: “Sí, porque yo…”, “¿Me lo dices o me lo preguntas? Si yo…”, “Me hiciste recordar que cuando yo…” Y por ahí se van.



No quiere decir que las personas tipo “yo-yo” sean malas o algo por el estilo. La patología del “yo-yo” puede deberse a varias causas. La principal, por supuesto, es el ego. Ese monstruo contrario al amor y a la lucidez que nos hace darle importancia a todo menos a lo esencial. Aquí alguien podría preguntar: “¿Y lo esencial no somos nosotros?” Claro que sí, lo esencial es nuestro bienestar mental, espiritual y físico, porque en la medida en que muchas personas estén bien y se sientan plenas y felices consigo mismas, construiremos sociedades felices; pero el ego es un máximo saboteador de la felicidad, ya que nos hace concentrarnos en nosotros de forma negativa. Cuando estamos dominados por el ego no asumimos nuestra responsabilidad, nos evadimos por aquí y por allá intentando hallar al culpable -o culpables- de nuestra situación. Nos aterra mirar hacia adentro y encarar la causa raíz de nuestros problemas, la cual subyace en nuestro interior y no en algún lugar externo. Es por ello que cuando estamos dominados por el ego difícilmente logramos evolucionar.

Por otra parte, permitir que el ego asuma el control es un síntoma de baja autoestima, ¿por qué? Sencillamente porque andamos buscando el reconocimiento exterior. No nos sentimos bien con nosotros mismos, pero no tenemos el valor de asumirlo, en consecuencia mostramos una cara al mundo en discordancia con nuestro estado interior y buscamos desesperadamente que el otro nos reconozca, nos alabe, esté pendiente de cada paso que damos, en pocas palabras, necesitamos ser el centro de atención. Esto incluo puede llegar a impedir el establecimiento de relaciones personales saludables. Realizar un trabajo de crecimiento interior no implica despreciar el justo reconocimiento por una labor realizada, pero la necesidad desmedida de admiración desaparece, pues sabemos quiénes somos y lo que queremos y nos concentramos en trabajar por ello, permitiendo a los demás ser quienes son, ayudándolos a triunfar si se nos presenta la oportunidad.




Otro síntoma de la persona tipo “yo-yo” es que carece de serenidad, por ende suele hablar sin parar, para no escuchar su propio diálogo interno. Estas personas suelen temerle al silencio, al estar solas aunque sea unas pocas horas, ya que no soportan estar consigo mismas, les aterra lo que puedan descubrir. Es por ello que no se dan espacio para disfrutar del sabio silencio, necesitan llenarlo con su parloteo constante, con música, con actividad, temen que un estado de calma pueda derrumbarlos, negándose a enfrentar esos fantasmas que les impiden desarrollarse plenamente. Detrás de todo esto hay una gran insatisfacción a nivel personal y un sentimiento de constante desazón.

¿Qué se puede hacer? Es preciso, aunque no sea fácil, enfrentar esos fantasmas del pasado y del presente que nos atormentan, con el fin de que las situaciones no resueltas dejen de perseguirnos y de repetirse en nuestras vidas. Hoy en día existen muchas herramientas que pueden ayudarnos, desde las psicoterapias tradicionales hasta las alternativas que están en boga y pueden ser muy efectivas, tales como la Terapia de Renacimiento o las Constelaciones Familiares, por nombrar algunas. Igualmente las actividades como yoga, tai-chi y meditación, pueden sernos de mucha utilidad.



Si tienes cerca a una persona tipo “yo-yo” puedes: 1) hacerle notar, de la mejor manera, que hay una diversidad de temáticas para compartir, 2) invitarla a realizar una actividad como las descritas en el párrafo anterior, 3) hacerle comprender que para que exista una conversación deben alternarse los roles del hablante y del oyente. Si esa persona es tu amiga comprenderá que tú también necesitas ser escuchado/a; aunque no es raro que dos personas de este tipo se sienten a conversar y cada quien intente manipular la conversación y salpimentarla tanto como sea posible de frases donde el sujeto sea siempre YO. Si usted está sentado/a a la mesa con esas dos personas pida algo bien rico para deleitar el paladar y olvídese de participar en la conversación.

Aprendamos a valorar el silencio para escuchar nuestro diálogo interior, sólo así podremos identificar nuestras necesidades emocionales, hecho que nos permitirá tomar decisiones para incrementar nuestro bienestar en distintas áreas de nuestra vida, trabajando siempre de adentro hacia afuera.

**Lady Nurr