Heroínas de la Independencia de Venezuela (2/3)

Teresa Heredia
(Villa de Ospino, Estado Portuguesa, 1787)


Nace en hogar de elevada posición económica y social, emparentada con el Coronel Fermín de Heredia, jefe realista que murió en la Batalla de Araure, en 1813. Teresa crece en medio del bullir de las ideas de emancipación y se decide, como sus padres, por la independencia. Sus padres pagaron con sus vidas sus ideales de libertad, dejando a Teresa huérfana, al cuidado de una tía con quien se trasladó a la Guaira. A los 17 años contare un matrimonio con un isleño de nombre José Antonio Agüero.

A los 19 años queda viuda y se dedica totalmente a la lucha por la independencia al lado del ejército patriota, hasta que es puesta prisionera por negarse a decir dónde estaban escondidos los "insurgentes" que habían buscado asilo a su lado.

El 8 de mayo de 1818, Teresa Heredia es conducida de la prisión de La Guaira a un calabozo de la cárcel de Caracas. Don Antonio Guzmán, Sargento Mayor de la Plaza, lleva una orden de Salvador Moxó (Capitán General de Venezuela) para hacerle una "sumaria" a Teresa, "sospechosa de infidelidad". Algunos testigos pagados la acusan de ser una "ardiente y decidida patriota", dicen que la han oído hablar de la llegada del General Bolívar a la isla de Margarita con siete buques y que la habían visto viajar en las ancas del caballo del General realista Yánez. Otros dicen que la han visto vestida de hombre en los llanos con los realistas y que Luis Dato, el Gobernador de Valencia, le había quitado "unos dineros" que llevaba a los patriotas.

Teresa, altiva y digna, habla ante los que los acusan. Confiesa que se llama Teresa Heredia, que tiene 19 años y es viuda de José Antonio Agüero, "quien debe estar en los infiernos por realista". Dice que es de oficio costurera, vino a Caracas con un pasaporte firmado por el Alcalde del Peñón a arreglar su matrimonio con el artillero Hidalgo. Niega los cargos que se le hacen. No conoce a Yánez, nunca lo ha visto. Lo del dinero que dicen le quitó el Gobernador Dato es incierto, porque "nunca lo tuvo", refiere que la razón de que Dato la prendiera sin fórmula de juicio, le mandara a cortar el pelo, la bañara en mieles y la emplumara para luego pasearla por las calles de Valencia al son de cajas destempladas "es porque no quise ser del Gobernador Dato porque me estaba casando con Pedro Marturel". Confiesa que en “Bárbula”, a cuatro curros del Batallón Granada les salvó la vida. "No tengo iglesia porque solo la necesito para encomendarme a Dios". Y firma: Teresa Heredia.

Se ordenó ampliar la "sumaria" con los testigos de Valencia. El Regidor declara que "el castigo vergonzoso fue por su infidelidad y vida relajada en el trato con los hombres", pero el Escribano público, don José Otálora, habla del patriotismo de Teresa Heredia y dice que este es en verdad su crimen. No obstante se la juzgó y condenó.

El Consejo de Guerra no puede probar su actividad revolucionaria, pero el asesor Oropeza aconsejó: "que se expulse a la América del Norte a esa mujer incorregible, para que allí sea independiente y la enseñen a vivir en sociedad". Fue conducida a la embarcación que la llevaría a su destino y nada más volvió a saberse de ella.


Ana María Campos
(Puerto de Altagracia, Edo. Zulia, 02/04/1796-Maracaibo, 1828)

La casa de Ana María Campos era el punto de referencia para los patriotas de la provincia de Maracaibo, el puerto de salvación y el asilo seguro para la conspiración; allí se reunían para buscar prosélitos de la libertad. Ana María Campos, en plena juventud, ofrece su ayuda a los patriotas y comienza a colaborar en la organización y a participar en las reuniones clandestinas, dejando oír su voz. Y fue en una de esas veladas secretas que dejó escapar la frase inmortal que la llevó al martirio: “Si Morales no capitula, monda”.

Ana María Campos fue delatada, hecha prisionera y conducida ante el Gobernador de Maracaibo, Capitán Francisco Tomás Morales, quien perseguía a los patriotas con saña. Frente a Morales la joven no se desanimó, por el contrario, su ímpetu se elevó y en su propia cara le explicó las razones que la inducían a creer que, si no capitulaba, estaba perdido. "He dicho, señor, que dada la justicia de los patriotas americanos, los poderosos recursos con que cuenta, la actitud imponente del intrépido Padilla y el cerco de acero que por doquier os amenaza, si Usía no capitula, monda". Morales, nuevamente le pregunta: -"¿Por qué afirma Ud. semejante dicho?". Y Ana María, sin retractarse, responde: "Porque los patriotas son ya vencedores en toda Venezuela y dentro de muy poco lo serán en Maracaibo, por agua y por tierra".

Morales, en un gesto de soberbia, y sintiéndose humillado por aquella jovencita, ordenó que fuera vapuleada públicamente, montada en un asno y paseada desnuda por las calles de la ciudad; y así se hizo.

Fue el africano Valentín Aguirre el encargado de descargar el látigo sobre la piel de la joven patriota. Ante el dolor, Ana María no claudicó en sus ideas, sino que a cada latigazo del verdugo sobre su cuerpo salía de sus labios la frase: “Si no capitula, monda”, la cual repitió incansablemente.

Según notas aparecidas en archivos, Ana María murió ahogada en las orillas del lago, a la edad de 32 años, a consecuencia de un ataque epiléptico, producto del maltrato feroz de sus enemigos, pero antes de morir logró ver realizado su sueño, ya que debido a la Batalla Naval del Lago de Maracaibo, en 1823, las banderas patriotas ondearon al viento. El 3 de agosto de aquel mismo año, Morales firmó en Maracaibo la capitulación de las fuerzas realistas. Y el día 15 del mismo mes y año, Ana María Campos, casi inválida a causa del castigo recibido, desde la orilla del Lago, en los Puertos de Altagracia, contempló la majestad con que se alejaba el buque que conducía hacia la Isla de Martí, al Capitán General de Costa Firme, Francisco Tomás Morales, y al Almirante Laborde. Y respirando un aire de satisfacción y de conformidad, exclamó: "¡Morales capitulo!".


Cecilia Mujica

(San Felipe, Estado Yaracuy)


Conocida como la Mártir de la Libertad. De familia de abolengo, su padre, don Martín de Mujica, era realista. La prometió en matrimonio a Hernrique de Villalonga, joven de ascendencia española, sin saber que su hija y él formaban parte del Comité Revolucionario y estaban entre los más audaces propagandistas de las ideas emancipadoras. Él distribuía clandestinamente, y con peligro de su vida, boletines encendidos con el fervor de la libertad; ella confeccionaba escarapelas y divisas tricolores para el pecho de los voluntarios y componía exaltantes canciones patrióticas, y como sabá pulsar la lira ofrecía recitales como regalo a sus oyentes en las tardes de tertulia revolucionaria.

Su padre fue una de las víctimas del terremoto de 1812, dejando a Cecilia huérfana. Al año siguiente, en 1813, Simón Bolívar dictó en la ciudad de Trujillo, La Proclama de Guerra a Muerte, respuesta del Libertador ante los numerosos crímenes perpetrados por Domingo de Monteverde, Francisco Cervériz, Antonio Zuazola, Pascual Martínez, Lorenzo Fernández de la Hoz, José Yánez, Francisco Rosete y otros jefes realistas, luego de la caída de la Primera República. En represalia, el Gobernador de San Felipe, don José de Millet, hizo contrapeso con crueldad ante la medida republicana, y uno a uno fueron cayendo los revolucionarios.

Cecilia hizo caso omiso de las medidas del Gobernador y continuó haciendo propaganda en pro de la liberación, lo cual pagaría siendo fusilada por los soldados realistas. Antes de morir, dirigiéndose a uno de los hombres que la custodiaban, le dijo:

"Toma buen hombre, Ambrosio Trejo, esta madeja de mis cabellos y este anillo y entrégalos en su prisión a mi amigo Henrique de Vilalonga y dile que le devuelvo esa joya, contrato de nuestras nupcias, y que la conserve como el último recuerdo de la mujer que no tiene la fortuna de ir a sus brazos, pero sí la gloria de inmolarse por la libertad de nuestra patria."


Consuelo Fernández

(Villa de Cura, Estado Aragua, 1797)


Boves, después de su triunfo en La Puerta, se había acuartelado en Villa de Cura preparándose para continuar hacia el Centro contra los patriotas. Las tropas que comandaba Boves invadían y saqueaban todo, quemaban casas, templos, escuelas y ultrajaban hogares.

El General José Félix Ribas levanta en Caracas "un arsenal de valientes", con los cuales forma una columna y se lanza fogosamente hacia La Victoria para obstruir el paso a Boves.

Manuel Fernández, hermano de Consuelo, era uno más entre los decididos jóvenes oficiales que rodeaban al General José Félix Ribas en La Victoria. Consuelo ha quedado en Villa de Cura acompañando a su padre. Villa de Cura está ocupada por las tropas de Boves que, sedientas de sangre, aterrorizan a las familias, ultrajan los hogares, fusilan, deshonran, queman víctimas en la Plaza Pública con gran aparataje de tambores y fanfarrias.

Consuelo Fernández, conocedora de los preparativos de Boves para atacar La Victoria, a través de un llamado "Coronel Pérez", oficial realista que la cortejaba, aceptó el ofrecimiento de un joven patriota para enviar un mensaje a su hermano a La Victoria, pero el joven es perseguido por otro Oficial de Boves, quien logra apresarlo arrebatándole el mensaje, que decía:

"El Sargento Boves, que se encuentra acuartelado en Villa de Cura, se prepara a invadir La Victoria, avísalo al General Ribas, y marchen lo más pronto que puedan a salvarnos. Uno de los tenientes de Boves, llamado coronel Pérez, que me vio el otro día en la Iglesia, se atrevió a pedir mi mano a papá. Figúrate con que indignación no rechazamos esta proposición, pues tú sabes que entre los patriotas y los realistas hay un abismo insondable. Te bendice tu hermana Consuelo".

La carta llegó a las manos del Coronel Pérez, quien se hallaba ofendido por el rechazo de Consuelo a sus ofertas amorosas. El decepcionado oficial hizo una apuesta a sus compañeros: "O me caso con Consuelo Fernández o ella será fusilada" Y de inmediato impartió sus órdenes para que Consuelo y su padre fueran apresados. Una vez en su presencia, mostró a Consuelo la carta interceptada. La joven, viéndose perdida, en un rasgo de valor confiesa: "Mi padre es inocente de lo que yo he escrito a mi hermano", "En cuanto a mí, le aseguro que prefiero mil veces la muerte antes de ser la esposa de un realista".

Al día siguiente de esta confesión el padre de la joven fue puesto en libertad y ella condenada a sufrir la pena de muerte "por haber transmitido noticias de la guerra a su hermano".

Con gran entereza de ánimo, oyó Consuelo la sentencia que le fue leída en medio de redoble de tambores. Clareó el alba de la mañana señalada para su ejecución: 10 de febrero de 1814. Cuando iba caminando al lugar de fusilamiento fue detenida e interrogada por el Coronel Pérez: "¿No quieres ser mi esposa? Si consientes en casarte conmigo te salvaré la vida". "Apártese de mi camino", contestó la joven. "Jamás podré unirme a lo que me inspira tanto desprecio.¡Viva la Patria! ¡Viva la Libertad!" Y se dejó conducir al lugar de su ejecución. De manera repentina, y sin poder evitarlo, irrumpió su padre a la plaza y se abrazó a su hija cubriéndola con su llanto. Una descarga se oyó y, abrazados, cayeron a tierra padre e hija.

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Fuentes:
Sección Heroínas de Venezuela de la Web histórica del Ejército Bolivariano http://historica.ejercito.mil.ve/index.php?option=com_content&task=view&id=25&Itemid=39
Sección Biografías de Venezuela en la página de Venezuela Tuya http://www.venezuelatuya.com/biografias/