Monsanto y el Agente Naranja


Monsanto, colaborador del ejercito estadounidense. El Agente Naranja ¿herbicida o arma química?



Después de las revelaciones sobre la toxicidad de la dioxina TCDD emitida durante la fabricación de la herbicida 2,4,5-T, Monsanto no pone en tela de juicio su producción, al contrario, se pone en contacto con el Pentágono para desarrollar el uso militar de su herbicida. La economía de guerra ha sido siempre una bendición financiera por la pugna de empresas multinacionales que dominan el mercado de los productos químicos.

Los investigadores de Monsanto ven ya las ventajas de su poderoso herbicida en tiempos de guerra, porque permite la erradicación de los cultivos y puede, por tanto, matar de hambre a los ejércitos y poblaciones enemigas.

Después de las pruebas del herbicida, realizadas en 1959 en Vietnam por el ejército estadounidense, este parece satisfecho porque después de dos años 90% de los árboles y matorrales han sido destruidos en las zonas rociadas. Estas pruebas activan el permiso de la “operación Ranch Hand”, la cual empieza oficialmente el 13 de enero de 1962. En una primera fase el objetivo de la operación era despejar las carreteras, vías de agua y fronteras de Vietnam del Sur, para marcar un no-man’s land frente a los Vietcongs, y en uns segunda fase destruir los sembradíos que supuestamente alimentarían a los “rebeldes”.

Entre 1962 y 1971, se estima que 80 millones de litros de defoliantes fueron arrojados sobre los 3.3 millones de hectáreas de bosques y tierras. Más de 300 pueblos han sido contaminados y 60% de los defoliantes utilizados eran Agente Naranja, representando el equivalente de 400 kilos de dioxina pura. Sin embargo, según un estudio de la Universidad de Columbia (Nueva York) publicada en 2003, la disolución de 80 gramos de dioxina en una red de agua potable podría eliminar una ciudad de 8 millones de habitantes.


Monsanto conocía los peligros de la dioxina presente en el Agente Naranja
El esparcimiento masivo del Agente Naranja afectará por mucho tiempo a las poblaciones civiles, pero también a los soldados estaqdounidenses que han sido expuestos a la dioxina sin precaución. Además, Monsanto deliberadamente había escondido al ejército que su herbicida 2,4,5-T en versión militar, o Agente Naranja, contenía una más alta concentración de residuo de dioxina TCDD que la versión agrícola común.


Un documento interno desclasificado de la empresa Dow Chemicals, fechado el 22 de febrero de 1965, relata una junta secreta de los principales proveedores del “Agente Naranja”, incluyendo Monsanto, para “discutir de los problemas de toxicología causadas por la presencia de algunas impurezas altamente tóxicas”, en las muestras de 2,4,5-T entregadas al ejército [1]. Dow Chemicals quería compartir una investigación interna que demostraba que “unos conejos expuestos a la dioxina desarrollaban severas lesiones en el hígado”. La cuestión tratada por los proveedores de 2,4,5-T era saber si se tenía que avisar el gobierno de la toxicidad del Agente Naranja. Gerson Smoger, abogado de numerosos veteranos de la guerra de Vietnam, declaró que “la reunión tuvo lugar en el más grande secreto. […] la cuestión era si había que informar al gobierno. Así lo prueba un correo, del cual también tengo una copia, Monsanto reprocha a Dow de querer levantar el secreto. Y el secreto ha sido guardado durante al menos 4 años, los esparcimientos del Agente Naranja llegaron a su pico en Vietnam…” [2].


Finalmente, en 1969, un estudio hace pública la nocividad del herbicida 2,4,5-T, luego de que el Instituto Nacional de la Salud de Norteamérica bubiera revelado que ratones sometidos a dosis importantes de herbicida desarrollaban malformaciones fetales y parían bebés muertos al nacer. El 15 de abril de 1970, el Secretario de Agricultura anunció una prohibición de uso del 2,4,5-T en razón “del peligro que representa para la salud”.


En 1971, el ejército interrumpe la operación Ranch Hand y el esparcimiento del Agente Naranja, pero sus efectos devastadores han seguido aun después a causa de la persistencia de la dioxina en el suelo, el agua y la cadena alimenticia y de su carácter bioacumulador. En Vietnam se estima que 150.000 niños sufren hoy en día de malformaciones debidas al Agente Naranja y que 800.000 personas están enfermas.


La población civil vietnamita todavía victima de la contaminación de su territorio por la dioxina
En la definición científica de la dioxina, esta es un agente teratógeno que favorece las malformaciones del feto. Esta característica marcó profundamente a la opinión pública después de las revelaciones sobre los montos altamente anormales de mortalidad prenatal y postnatal en Vietnam debido a malformaciones raras y monstruosas. En la Ciudad de Ho-Chi-Minh en que se encuentra la maternidad del hospital Tu DU, las más grande del país, a la cual los vietnamitas nombraron el “museo del horror de la dioxina”. En la maternidad se encuentra un laboratorio que conserva todos los fetos “monstruosos” en formol; se pueden ver hermanos siameses compartiendo una cabeza desproporcionada, un tronco con dos cabezas, casos de anencefalitis (ausencia de cerebro), de micro cefalitis (cerebro pequeño), pero las palabras científicas faltan para describir la mayoría de las anomalías genéticas.

La doctora Nguyen Thi Ngoc, hoy en día jubilada, se encarga del “pueblo de la paz”, instalado en el hospital, que representa uno de los doce centros abiertos en Vietnam para recibir los niños minusválidos víctimas de la dioxina y del Agente Naranja. La doctora precisa que la mayoría de los pensionarios sufren de problemas neurológicos y de anomalías orgánicas graves, algunos están en cama porque nacieron sin brazos ni piernas. Según la doctora, los casos de malformaciones empezaron a multiplicarse desde la mitad de los años 60 y continúan hoy en día.

En 2005, el hospital Tu DU contabilizó 800 casos de niños nacidos con malformaciones, lo que sobrepasa las medias internacionales. Hoy, según las autoridades vietnamitas, 150.000 niños sufren de malformaciones supuestamente causadas por la dioxina y 800.000 personas están enfermas.





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[1] Le monde selon Monsanto, MM Robin, coedition La decouverte/Arte Ed.,2008, p60
[2] Le monde selon Monsanto, MM Robin, coedition La decouverte/Arte Ed.,2008, p60

Extraído de:
http://www.combat-monsanto.es/spip.php?article231
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Culpa, ¿para qué te quiero?

Que levante la mano quien no se haya sentido culpable aunque sea una vez en la vida. Bien, veo que nadie la levanta, ah, sí, por allá, al fondo, hay una persona que se quedó con la mano a medio levantar, mientras decide si la termina de alzar o la baja hagamos una breve reflexión sobre la culpa, ese sentimiento que yo catalogaría en el renglón de los “sentimientos tsunamis”, aquellos que lo van barriendo todo sin tregua y que, al permitirles cobrar fuerza, son capaces de provocar grandes catástrofes en nuestra vida.

Bueno, ese fue un intento de definición, no soy psicóloga, pero al ser una persona con sentimientos creo que puedo aventurarme a hablar sobre ellos desde mi visión personal.

¿Qué es la culpa? ¿Es hermana del remordimiento o es el remordimiento en sí mismo? Veamos. Nos remuerde la conciencia cuando hemos cometido una acción que va en contra de nuestra escala de valores, de ahí que no a todo el mundo le cause remordimiento la misma cosa. Hay personas a quienes le remuerde la conciencia haber matado a un mero insecto y hay a quienes no les causa ni la más mínima molestia iniciar una guerra. Analicemos la frase “remordimiento de conciencia”, ah, es que la conciencia está implicada. Esto se va poniendo más difícil de lo que creí, pues a ciencia cierta nunca he sabido muy bien lo que es la conciencia, sé que Mafalda la llama “el inquilino molesto”, pero yo nunca he sabido muy bien cómo llamarla. Además, dónde rayos se aloja.

Cuando somos pequeños nos explican que la conciencia es esa vocecita que te indica lo que está bien y lo que está mal, pero también nos familiarizan con las imágenes de un diablito y un angelito que nos hablan al oído y según a cuál de ellos escuchemos serán nuestras acciones y el lío en que nos metamos. Se me antoja que “el diablito” es como una especie de anticonciencia que se nutre de nuestros bajos instintos.

Pero la pregunta continúa quedando en el aire: qué es la conciencia y dónde reside. Tal vez reside en la Psique. ¿Recordamos el mito de Eros y Psique? Eros, dios del amor, hijo de Afrodita, se casa con la hermosa Psique, y la ama con la única condición de que ella nunca contemple su rostro, así pasan noches maravillosas juntos. Psique siempre le rogaba a Eros que le permitiera verlo aunque fuese por un instante, pero él se negaba aduciendo que esa era la única manera en que podían estar juntos. Una noche, con una lámpara que le habían dado sus hermanas para tal fin, Psique, aprovechando que Eros se hallaba dormido, acercó la luz y lo contempló en todo su esplendor. Eros despertó y, disgustado, la abandonó. Al final, después de varias pruebas, vuelven a estar juntos. Todo esto me dice que nuestra psique es ese lugar dentro de nosotros que no se resiste a lo oculto. En griego, la palabra psique (psyché) quiere decir alma, pero tal como la entendemos actualmente dicha noción está más cerca de lo que conocemos como mente.

Al parecer psique y conciencia están unidas. ¿Qué es estar conscientes de algo? Pues saber, conocer ese algo, así, pues, la conciencia tiene que ver con conocimiento, por ende, si tenemos remordimiento de conciencia es porque nos remuerde el conocimiento de algo que hemos hecho. Sabemos que la acción cometida va en contra de aquello que nos han enseñado que es correcto. Pero ¿y la culpa? La culpa muchas veces se oculta en el inconsciente y está asociada a la vergüenza. Si bien el remordimiento se nos devela debido al conocimiento que tenemos de la acción realizada, la culpa es más esquiva, digamos que más compleja, no es tan fácil de ubicar. La culpa es como la semilla de una planta espinosa que se incrusta en esa región misteriosa llamada el inconsciente ¿y por qué se oculta precisamente allí? Probablemente porque sus motivos no son tan obvios, digamos que están en capas, en ocasiones, la culpa está enterrada bajo tantas capas que es difícil dar con su origen. Pero ese aparente desconocimiento no impide que la planta, con sus espinas, crezca en varias direcciones haciendo distintos estragos.

Sin embargo, para ubicar la culpa hay distintos síntomas que nos pueden ser de utilidad, pues la misma está asociada a emociones como la rabia, la ira, la melancolía, la impotencia y la frustración.

El problema es que no estamos fácilmente dispuestos admitir que sentimos culpa por algo. Podemos admitir y reconocer que sentimos remordimiento por algo, pero no que sentimos culpa, ya que la misma, como se ha dicho, está asociada a un sentimiento de vergüenza que deseamos esconder a toda costa, pues tememos que si el mismo queda al descubierto seremos repudiados, pero en realidad somos nosotros mismos quienes hemos comenzado a repudiarnos sin darnos cuenta.

La culpa suele carecer de lógica, no tiene que ver con estar a dieta y comerse un profiterol relleno de chocolate a media tarde; muchas veces sentimos culpa por situaciones que no tienen que ver directamente con nosotros, pero que se conectan a nuestro mundo interior debido a vivencias de cariz negativo que no hemos logrado resolver. Una vez conocí a una chica que creía que si algo malo le pasaba a sus seres amados sería por su culpa. ¿Por qué? Su padre era alcohólico y vivía en pésimas condiciones, ella se sentía responsable por no poder ayudarlo, se sentía impotente y culpable debido a la situación de su padre. En cuanto a su madre, se sentía mal porque en ese momento dependía económicamente de ella, ya que en ese entonces se encontraba desempleada. Por otra parte sentía que su pareja estaba evolucionando mientras que ella se hallaba estancada, lo cual también la llevaba a sentir culpa. Todo esto representaba una pesada carga que le hacía más difícil avanzar, además de hacerla sentir física y mentalmente agotada. Vivía deprimida. Esos problemas tenían, por supuesto, una raíz más profunda de lo que ella en ese momento estaba preparada para ver o reconocer, tengamos en cuenta que no siempre el momento es adecuado para afrontar con crudeza lo que nos lastima.

La culpa agota, enferma, nos exprime a distintos niveles: físico, mental, emocional y espiritual. Cómo lidiar con ella. No creo en fórmulas mágicas. Estoy convencida de que para que una persona salga de una situación difícil debe querer hacerlo, además de reconocer que tiene un problema. Algo muy efectivo es salir del papel de víctima. ¡Cómo nos encanta victimizarnos! Ser los protagonistas de un drama en el que el mundo entero nos maltrata y está en nuestra contra (una actitud muy adolescente): nuestro jefe, nuestros padres, nuestros amigos, nuestros vecinos, el empleado de una tienda, la compañía de teléfonos, la peluquera, todos están confabulados para hacernos la vida difícil, y por qué, si somos tan buenas personas, si no le hacemos daño a nadie, bla, bla, bla… ¡Corten!

Si en realidad deseamos avanzar y salir del papel de víctimas tenemos que dejar el ego de lado, aunque antes es imprescindible reconocer lo egocéntrico que somos: todo gira a nuestro alrededor, todo depende de nosotros, somos el centro, no hay nada más fuera de nuestra corporeidad. Una vez hayamos reconocido que no somos el centro del universo, ni siquiera de este mundo que habitamos o de la calle en que vivimos, podemos comenzar a avanzar y ver las cosas desde otra perspectiva. Es hora de asumir responsabilidades. ¿Qué implica esto? Obviamente somos responsables por nuestras propias vidas, pero hay cosas que escapan a nuestro control. Lo más saludable es centrarnos en los acontecimientos que en ese momento podemos controlar, podemos fijarnos una meta y comenzar a dar los pasos para su cumplimiento, estando conscientes de que tal vez las cosas se den de otra manera, ya que la vida es imprevisible. La idea de esta afirmación no es crear zozobra ni inspirar pensamientos del tipo: “Si la vida es imprevisible para qué hacer planes”. Para avanzar es necesario crearse objetivos, pero es imposible controlar cada una de las etapas y aspectos del camino que conduce hacia dicha meta, tenemos que aprender a lidiar con los imprevistos sin convertirlo todo en una tragedia. Si se nos presenta un aparente obstáculo es recomendable ampliar nuestra visión y ver de qué otra forma pueden hacerse las cosas, no es sano aferrarse a ideas o criterios fijos sobre cómo debe cobrar vida un proyecto. La vida es imprevisible, sí, pero también es increíblemente rica en posibilidades.

Una vez hemos asumido nuestras responsabilidades debemos dejar a cada quien lo que le corresponde, no podemos ir por la vida pretendiendo resolver los problemas de otro. Podemos ayudar, colaborar, mostrarnos solidarios, pero a veces no podemos hacer otra cosa más allá de brindar afecto y compañía, o simplemente escuchar. Con un simple gesto podemos hacer mucho. Lamentablemente no podemos resolver por nosotros solos la situación de todas las personas que pasan hambre en el mundo, pero si el tema nos interesa y sentimos que debemos hacer algo al respecto, entonces busquemos la manera de canalizar esa ayuda, puede ser uniéndonos a algún grupo, apoyando a alguna organización o ubicando en nuestra comunidad a aquellas personas necesitadas y ofrecerles un plato de comida. Cada quien sabrá lo que está a su alcance realizar en un momento determinado.

A veces nos culpabilizamos no por aquello que hemos hecho o dejado de hacer, sino por algo que nos han hecho a nosotros. Esto suele suceder muchas veces en casos de abuso. La persona que es abusada suele sentir que algo en ella llevó a la otra persona a hacerle daño o se siente culpable por no haber detenido al abusador en su momento. Para dejar una situación atrás es preciso perdonarla, perdonar la situación y perdonarnos a nosotros mismos. Muchas personas se enojan cuando se les habla de perdón, piensan que se les está hablando de justificación hacia una situación de maltrato. El perdón no implica justificar a aquellos que nos han hecho daño, tampoco implica que no se recurra a la justicia legal si el caso l amerita. El perdón tiene que ver más bien con nosotros mismos: con liberarnos del odio y del rencor, dos sentimientos sumamente nocivos que pueden corroernos hasta el punto de mermar nuestra salud. Si odiamos a la persona que abusó de nosotros le estamos concediendo poder sobre nuestras vidas, nos estamos encadenando a ella. La única manera de liberarnos es perdonando, lo cual nos permitirá tomar decisiones equilibradas, pues las emociones abrumadoras como el odio suelen empañar nuestro sentido común y, por ende, nuestra capacidad de decisión.

Por último, al asumir que somos responsables de nuestra vida y de las decisiones que tomemos es recomendable buscar tiempo y espacio para hacer aquello que nos haga sentir plenos, desde un empleo que se conecte con quienes somos realmente hasta alguna actividad física o creativa que nos llene y nos ponga en contacto con el disfrute, recordando que somos nosotros quienes nos colocamos límites. Si no nos damos la oportunidad de trabajar en quienes queremos ser, la culpa será nuestra fiel e incansable compañera y estará ahí para frenarnos y hacernos sentir mal. En la medida en que nos armemos de valor para tomar las riendas de nuestra vida, y dejemos de buscar excusas como la edad, la situación económica o política, la culpa se irá alejando porque ya no tendrá en nosotros un lugar donde resguardarse.

Lady Nurr**
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Mortífero regalo de Monsanto al pueblo de Haití

Haití, 13 de mayo de 2010
Fuente: Jean-Yves Urfie/Global Research

El terremoto de Haiti del pasado 12 de enero ha sido una afortunada oportunidad de negocios para algunos. La empresa transnacional Monsanto ofrece a los agricultores del país el regalo mortal de 475 semillas modificadas genéticamente (MG), además de los abonos y pesticidas que van asociadas a ellas, los cuales distribuirá gratis el proyecto WINNER con el respaldo de la embajada estadounidense en Haití. ¿Saben los haitianos que Monsanto fabricaba el defoliante “agente naranja” con el que los aviones estadounidenses rociaron Vietnam durante la guerra envenenando así tanto a los soldados estadounidenses como a los civiles vietnamitas?

¿Saben los haitianos que en muchos países se han declarado peligrosas estas semillas? Suelen llegar en paquetes junto con un herbicida de Monsanto llamado “Roundup” que contiene glifosato. En mi nativa Brittany ya ha contaminado el agua para el consumo. Pero Monsanto insiste en que su producto es biodegradable. Altos cargos en contra del fraude lo han denunciado por ello en Lyon.

Una antigua empleada de Monsanto, Linda Fischer, acaba de ser nombrada presidenta de la Agencia de Protección del Medio Ambiente estadounidense (EPA, en sus siglas en inglés), que controla las cuestiones medioambientales. Es como encargar al gato que cuide del bienestar de los ratones.

Monsanto ya ha empezado a distribuir sus semillas de maíz MG en torno a Gonaïves, Kenscoff, Pétionville, Cabaret, Arcahaie, Croix-des-Bouquets y Mirebalais. En Haití pronto sólo habrá semillas de Monsanto. Entonces será el fin de la independencia de los agricultores. Monsanto invirtió recientemente 550 millones de dólares en Brasil para fabricar el herbicida Roundup en el estado de Bahia en el noreste del país. Pero parece que el país está luchando en contra de la empresa.

Monsanto está haciendo publicidad de la donación de sus semillas como un generoso regalo. Pero los agricultores haitianos que las quieran utilizar para futuras cosechas tendrán que pagar royalties a Monsanto. El representante de Monsanto en Haití es Jean-Robert Estimé, que fue ministro de Exteriores bajo la dictadura durante 29 años de la familia Duvalier.

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El padre Jean-Yves Urfie es miembro de la Orden del Espíritu Santo y ex profesor de química en el Collège Saint Martial, Port-au-Prince, Haití.

Traducido del inglés para Rebelión por Beatriz Morales Bastos
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Extraído de:
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Heroínas de la Independencia de Venezuela (3/3)


Luisa Arrambide de Pacanins (La Guaira, 1798)
Mujer de gran belleza. Se casó con Tomás Pacanins, con quien tuvo cinco hijos. En la sala de su casa, decorada con elegancia, concurría un círculo cultural de la más alta distinción por aquellos días, así como Bolívar y Montilla. Se dice que el Libertador la amó "locamente", pero ella nunca le correspondió y alegaba, entre otras razones, que era "muy pretencioso".

Su devovión a las ideas emancipadoras la hizo blanco de la furia de los realistas. Fue condenada y a ser azotada públicamente hasta perder el aliento en la Plaza de San Juan, en Caracas, hoy conocida como Plaza Capuchinos.

Allí, Luisa fue mandada a montar en lo alto de un cañón y desnuda fue expuesta a risas y burlas. En vano la interrogaban con cada azote, ella se limitaba a responder: "Viva la patria. Mueran los tiranos".

Luego de eso se trasladó a Puerto Rico en donde murió al nacer su hija Luisita. Tenía 28 años.
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Josefa Camejo (Curaidebo, Estado Falcón, 13/05/1791)
Hija de Miguel Camejo y de Sebastiana Talvera y Garcés. Fue conocida también como "Doña Ignacia". Luchó como cualquier otro soldado en la gesta independentista venezolana, enfrentando los prejuicios y barreras que relegaron a la mujer a ocupar el lado "oscuro" de la historia. Inició sus estudios en el colegio de las hermanas Salcedo, en Coro, y luego fue enviada a un convento en esa ciudad, donde completó su educación y estuvo en contacto con las ideas republicanas. En 1810, estando en Caracas, tuvo la oportunidad de vivir los sucesos del 19 de abril. En 1811, viajó a Mérida donde conoció al coronel Juan Nepomuceno Briceño Méndez, con quien contrajo matrimonio.

El 18 de octubre de 1811 firma el documento titulado "Representación que hace el Bello Sexo al Gobierno de Barinas", en el que las firmantes, enteradas de la invasión que intentaban los guayaneses por San Fernando, se ponían a la orden para la defensa de Barinas, sin ningún temor a los horrores de la guerra. Ese mismo año en Barinas, ante la amenaza de los realistas, Josefa solicitó al Gobernador permiso para protegerlo, extrañada de que "no se haya contado con las mujeres para proteger su seguridad", asegurándole que "el sexo femenino no teme los horrores de la guerra; antes bien, el estallido del cañón no hará más que encender en nosotras el deseo de libertad". Su vida entera la entregó a la causa republicana, luchando hombro con hombro con los patriotas, e incluso comandando rebeliones por toda la Provincia de Coro.

En 1821, al frente de trescientos esclavos que trabajaban en su hato de Paraguaná, propició una rebelión contra las fuerzas realistas de la Provincia de Coro; pero fueron derrotados. El 3 de mayo del mismo año, con un grupo de quince hombres, se presentó en Baraived, lugar donde descansaba el jefe realista Chepito González, a quien enfrentó y derrotó. Posteriormente se dirige, junto con varios patriotas, a Pueblo Nuevo, donde es apresado el Gobernador, nombrándose a un Gobernador civil republicano: Mariano Arcaya. Ese mismo día Josefa Camejo leyó en Pueblo Nuevo el manifiesto que declaraba libre a la Provincia de Coro y en el que se juraba fidelidad a la República.

Se dice que después de la Independencia se retiró a sus haciendas en donde finalizó sus días al lado de su familia.

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Leonor Guerra
En 1816, el coronel Juan Aldama, jefe y gobernador interino de la provincia de Cumaná enardecido por los triunfos de Gregor MacGregor en las batallas de Quebrada Honda (2 agosto), Alacrán (6 septiembre) y Juncal (27 septiembre), descarga su ira en Leonor Guerra quien osadamente se había asomado a la ventana con una cinta azul, símbolo que adoptaron los patriotas como divisa política y que las señoras llevaban discretamente en el cabello.

Leonor se encontró frente al gobernador Aldama y fue víctima de sus atropellos, lo cual sin embargo no hizo que abjurara de sus convicciones políticas. En consecuencia se le siguió juicio y se le sentenció a salir por las calles montada en un burro enjalmado, para recibir públicamente 200 azotes por «insurgente». En cada esquina debía amonestársele y se le pedía que revelara los nombres de quienes compartían sus ideas. Mientras se la sometía a este suplicio, le gritaba a sus verdugos, antes de cada azote: «¡Viva la Patria, mueran los tiranos!»; esto fue respondido con repetidos latigazos hasta que fue conducida a su hogar exhausta. Afectada por la ofensa recibida, se negó a ingerir alimentos y a recibir asistencia médica, hasta que sobrevino la muerte ese mismo año.

El 1 de diciembre de 1819, el general Pablo Morillo expuso al ministro de la Guerra de España la conveniencia de que el brigadier Aldama fuese trasladado a España, vistos su bajo rendimiento militar y por la «dureza imprudente» en Cumaná.

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María del Carmen Ramírez (San Cristóbal, Estado Táchira)
Poseedora de valiosas propiedades, todos sus bienes y servicios personales estuvieron a favor de la causa de la Independencia.

Entre sus propiedades contábase un hato de ganado en la región de San Camilo, una elegante y cómoda casa en San Cristóbal, y entre varias casas de su propiedad en el Rosario de Cúcuta (Colombia) se incluía una de dos plantas amplísima y lujosa que fue sede del Congreso del Rosario, celebrado en 1821, y también sirvió como mansión de residencia del Poder Ejecutivo y fue llamada Palacio del Congreso y Palacio de Gobierno de la Gran Colombia.

Su adhesión a la ideas de emancipación la hicieron blanco de la saña de los realistas, incluyendo a sus familiares y propiedades. Durante los últimos meses de 1819 fue capturada en San Cristóbal y fue conducida, junto a otras señoras patriotas, en humillante calvario, hasta el pueblo de Bailadores, donde fue rescatada por un piquete de caballería enviado por Bolívar desde Pamplona, al mando del Coronel Leonardo Infante.

Convenció a su hijo de 15 años, Pedro Briceño Ramírez, para que se alistara en el Ejército Patriota, este fue tomado prisionero y condenado a muerte. Él y sus compañeros se salvaron de ser ejecutados por la intervención de una dama criolla, favorita del jefe realista Antonio Tíscar. Este contratiempo no arredró al joven, quien apoyado por su madre empuñó nuevamente las armas en las filas patriotas, peleó en varios combates y alcanzó el grado de Capitán, falleció en una sangrienta batalla.

María del Carmen Ramírez gozó de merecida fama entre los adalides de la Independencia. Murió en San Cristóbal el 7 de febrero de 1857.

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Información extraída de la sección de Heroínas Venezolanas en:

http://historica.ejercito.mil.ve/

y de la sección Biografías de Venezuela en:

http://www.venezuelatuya.com/biografias/

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Heroínas de la Independencia de Venezuela (2/3)

Teresa Heredia
(Villa de Ospino, Estado Portuguesa, 1787)


Nace en hogar de elevada posición económica y social, emparentada con el Coronel Fermín de Heredia, jefe realista que murió en la Batalla de Araure, en 1813. Teresa crece en medio del bullir de las ideas de emancipación y se decide, como sus padres, por la independencia. Sus padres pagaron con sus vidas sus ideales de libertad, dejando a Teresa huérfana, al cuidado de una tía con quien se trasladó a la Guaira. A los 17 años contare un matrimonio con un isleño de nombre José Antonio Agüero.

A los 19 años queda viuda y se dedica totalmente a la lucha por la independencia al lado del ejército patriota, hasta que es puesta prisionera por negarse a decir dónde estaban escondidos los "insurgentes" que habían buscado asilo a su lado.

El 8 de mayo de 1818, Teresa Heredia es conducida de la prisión de La Guaira a un calabozo de la cárcel de Caracas. Don Antonio Guzmán, Sargento Mayor de la Plaza, lleva una orden de Salvador Moxó (Capitán General de Venezuela) para hacerle una "sumaria" a Teresa, "sospechosa de infidelidad". Algunos testigos pagados la acusan de ser una "ardiente y decidida patriota", dicen que la han oído hablar de la llegada del General Bolívar a la isla de Margarita con siete buques y que la habían visto viajar en las ancas del caballo del General realista Yánez. Otros dicen que la han visto vestida de hombre en los llanos con los realistas y que Luis Dato, el Gobernador de Valencia, le había quitado "unos dineros" que llevaba a los patriotas.

Teresa, altiva y digna, habla ante los que los acusan. Confiesa que se llama Teresa Heredia, que tiene 19 años y es viuda de José Antonio Agüero, "quien debe estar en los infiernos por realista". Dice que es de oficio costurera, vino a Caracas con un pasaporte firmado por el Alcalde del Peñón a arreglar su matrimonio con el artillero Hidalgo. Niega los cargos que se le hacen. No conoce a Yánez, nunca lo ha visto. Lo del dinero que dicen le quitó el Gobernador Dato es incierto, porque "nunca lo tuvo", refiere que la razón de que Dato la prendiera sin fórmula de juicio, le mandara a cortar el pelo, la bañara en mieles y la emplumara para luego pasearla por las calles de Valencia al son de cajas destempladas "es porque no quise ser del Gobernador Dato porque me estaba casando con Pedro Marturel". Confiesa que en “Bárbula”, a cuatro curros del Batallón Granada les salvó la vida. "No tengo iglesia porque solo la necesito para encomendarme a Dios". Y firma: Teresa Heredia.

Se ordenó ampliar la "sumaria" con los testigos de Valencia. El Regidor declara que "el castigo vergonzoso fue por su infidelidad y vida relajada en el trato con los hombres", pero el Escribano público, don José Otálora, habla del patriotismo de Teresa Heredia y dice que este es en verdad su crimen. No obstante se la juzgó y condenó.

El Consejo de Guerra no puede probar su actividad revolucionaria, pero el asesor Oropeza aconsejó: "que se expulse a la América del Norte a esa mujer incorregible, para que allí sea independiente y la enseñen a vivir en sociedad". Fue conducida a la embarcación que la llevaría a su destino y nada más volvió a saberse de ella.


Ana María Campos
(Puerto de Altagracia, Edo. Zulia, 02/04/1796-Maracaibo, 1828)

La casa de Ana María Campos era el punto de referencia para los patriotas de la provincia de Maracaibo, el puerto de salvación y el asilo seguro para la conspiración; allí se reunían para buscar prosélitos de la libertad. Ana María Campos, en plena juventud, ofrece su ayuda a los patriotas y comienza a colaborar en la organización y a participar en las reuniones clandestinas, dejando oír su voz. Y fue en una de esas veladas secretas que dejó escapar la frase inmortal que la llevó al martirio: “Si Morales no capitula, monda”.

Ana María Campos fue delatada, hecha prisionera y conducida ante el Gobernador de Maracaibo, Capitán Francisco Tomás Morales, quien perseguía a los patriotas con saña. Frente a Morales la joven no se desanimó, por el contrario, su ímpetu se elevó y en su propia cara le explicó las razones que la inducían a creer que, si no capitulaba, estaba perdido. "He dicho, señor, que dada la justicia de los patriotas americanos, los poderosos recursos con que cuenta, la actitud imponente del intrépido Padilla y el cerco de acero que por doquier os amenaza, si Usía no capitula, monda". Morales, nuevamente le pregunta: -"¿Por qué afirma Ud. semejante dicho?". Y Ana María, sin retractarse, responde: "Porque los patriotas son ya vencedores en toda Venezuela y dentro de muy poco lo serán en Maracaibo, por agua y por tierra".

Morales, en un gesto de soberbia, y sintiéndose humillado por aquella jovencita, ordenó que fuera vapuleada públicamente, montada en un asno y paseada desnuda por las calles de la ciudad; y así se hizo.

Fue el africano Valentín Aguirre el encargado de descargar el látigo sobre la piel de la joven patriota. Ante el dolor, Ana María no claudicó en sus ideas, sino que a cada latigazo del verdugo sobre su cuerpo salía de sus labios la frase: “Si no capitula, monda”, la cual repitió incansablemente.

Según notas aparecidas en archivos, Ana María murió ahogada en las orillas del lago, a la edad de 32 años, a consecuencia de un ataque epiléptico, producto del maltrato feroz de sus enemigos, pero antes de morir logró ver realizado su sueño, ya que debido a la Batalla Naval del Lago de Maracaibo, en 1823, las banderas patriotas ondearon al viento. El 3 de agosto de aquel mismo año, Morales firmó en Maracaibo la capitulación de las fuerzas realistas. Y el día 15 del mismo mes y año, Ana María Campos, casi inválida a causa del castigo recibido, desde la orilla del Lago, en los Puertos de Altagracia, contempló la majestad con que se alejaba el buque que conducía hacia la Isla de Martí, al Capitán General de Costa Firme, Francisco Tomás Morales, y al Almirante Laborde. Y respirando un aire de satisfacción y de conformidad, exclamó: "¡Morales capitulo!".


Cecilia Mujica

(San Felipe, Estado Yaracuy)


Conocida como la Mártir de la Libertad. De familia de abolengo, su padre, don Martín de Mujica, era realista. La prometió en matrimonio a Hernrique de Villalonga, joven de ascendencia española, sin saber que su hija y él formaban parte del Comité Revolucionario y estaban entre los más audaces propagandistas de las ideas emancipadoras. Él distribuía clandestinamente, y con peligro de su vida, boletines encendidos con el fervor de la libertad; ella confeccionaba escarapelas y divisas tricolores para el pecho de los voluntarios y componía exaltantes canciones patrióticas, y como sabá pulsar la lira ofrecía recitales como regalo a sus oyentes en las tardes de tertulia revolucionaria.

Su padre fue una de las víctimas del terremoto de 1812, dejando a Cecilia huérfana. Al año siguiente, en 1813, Simón Bolívar dictó en la ciudad de Trujillo, La Proclama de Guerra a Muerte, respuesta del Libertador ante los numerosos crímenes perpetrados por Domingo de Monteverde, Francisco Cervériz, Antonio Zuazola, Pascual Martínez, Lorenzo Fernández de la Hoz, José Yánez, Francisco Rosete y otros jefes realistas, luego de la caída de la Primera República. En represalia, el Gobernador de San Felipe, don José de Millet, hizo contrapeso con crueldad ante la medida republicana, y uno a uno fueron cayendo los revolucionarios.

Cecilia hizo caso omiso de las medidas del Gobernador y continuó haciendo propaganda en pro de la liberación, lo cual pagaría siendo fusilada por los soldados realistas. Antes de morir, dirigiéndose a uno de los hombres que la custodiaban, le dijo:

"Toma buen hombre, Ambrosio Trejo, esta madeja de mis cabellos y este anillo y entrégalos en su prisión a mi amigo Henrique de Vilalonga y dile que le devuelvo esa joya, contrato de nuestras nupcias, y que la conserve como el último recuerdo de la mujer que no tiene la fortuna de ir a sus brazos, pero sí la gloria de inmolarse por la libertad de nuestra patria."


Consuelo Fernández

(Villa de Cura, Estado Aragua, 1797)


Boves, después de su triunfo en La Puerta, se había acuartelado en Villa de Cura preparándose para continuar hacia el Centro contra los patriotas. Las tropas que comandaba Boves invadían y saqueaban todo, quemaban casas, templos, escuelas y ultrajaban hogares.

El General José Félix Ribas levanta en Caracas "un arsenal de valientes", con los cuales forma una columna y se lanza fogosamente hacia La Victoria para obstruir el paso a Boves.

Manuel Fernández, hermano de Consuelo, era uno más entre los decididos jóvenes oficiales que rodeaban al General José Félix Ribas en La Victoria. Consuelo ha quedado en Villa de Cura acompañando a su padre. Villa de Cura está ocupada por las tropas de Boves que, sedientas de sangre, aterrorizan a las familias, ultrajan los hogares, fusilan, deshonran, queman víctimas en la Plaza Pública con gran aparataje de tambores y fanfarrias.

Consuelo Fernández, conocedora de los preparativos de Boves para atacar La Victoria, a través de un llamado "Coronel Pérez", oficial realista que la cortejaba, aceptó el ofrecimiento de un joven patriota para enviar un mensaje a su hermano a La Victoria, pero el joven es perseguido por otro Oficial de Boves, quien logra apresarlo arrebatándole el mensaje, que decía:

"El Sargento Boves, que se encuentra acuartelado en Villa de Cura, se prepara a invadir La Victoria, avísalo al General Ribas, y marchen lo más pronto que puedan a salvarnos. Uno de los tenientes de Boves, llamado coronel Pérez, que me vio el otro día en la Iglesia, se atrevió a pedir mi mano a papá. Figúrate con que indignación no rechazamos esta proposición, pues tú sabes que entre los patriotas y los realistas hay un abismo insondable. Te bendice tu hermana Consuelo".

La carta llegó a las manos del Coronel Pérez, quien se hallaba ofendido por el rechazo de Consuelo a sus ofertas amorosas. El decepcionado oficial hizo una apuesta a sus compañeros: "O me caso con Consuelo Fernández o ella será fusilada" Y de inmediato impartió sus órdenes para que Consuelo y su padre fueran apresados. Una vez en su presencia, mostró a Consuelo la carta interceptada. La joven, viéndose perdida, en un rasgo de valor confiesa: "Mi padre es inocente de lo que yo he escrito a mi hermano", "En cuanto a mí, le aseguro que prefiero mil veces la muerte antes de ser la esposa de un realista".

Al día siguiente de esta confesión el padre de la joven fue puesto en libertad y ella condenada a sufrir la pena de muerte "por haber transmitido noticias de la guerra a su hermano".

Con gran entereza de ánimo, oyó Consuelo la sentencia que le fue leída en medio de redoble de tambores. Clareó el alba de la mañana señalada para su ejecución: 10 de febrero de 1814. Cuando iba caminando al lugar de fusilamiento fue detenida e interrogada por el Coronel Pérez: "¿No quieres ser mi esposa? Si consientes en casarte conmigo te salvaré la vida". "Apártese de mi camino", contestó la joven. "Jamás podré unirme a lo que me inspira tanto desprecio.¡Viva la Patria! ¡Viva la Libertad!" Y se dejó conducir al lugar de su ejecución. De manera repentina, y sin poder evitarlo, irrumpió su padre a la plaza y se abrazó a su hija cubriéndola con su llanto. Una descarga se oyó y, abrazados, cayeron a tierra padre e hija.

***
Fuentes:
Sección Heroínas de Venezuela de la Web histórica del Ejército Bolivariano http://historica.ejercito.mil.ve/index.php?option=com_content&task=view&id=25&Itemid=39
Sección Biografías de Venezuela en la página de Venezuela Tuya http://www.venezuelatuya.com/biografias/
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Heroínas de la Independencia de Venezuela (1/3)

Josefa Joaquina Sánchez (La Guaira, 18/10/1765)



Esposa de José María España (1761-1799), con quien contrajo nupcias el 17 de julio de 1783. Es conocida como la "Bordadora de la primera bandera de Venezuela". Fue encerrada por formar parte de la conspiración que llevaba a cabo su esposo junto a un grupo de patriotas. Sufrió cárcel durante más de ocho años y fue confinada en Cumaná donde terminó su vida.

El año de 1797 fue crucial en la vida de los patriotas de nuestro país. Ese año Josefa Joaquina Sánchez fue capturada por las autoridades españolas y apresada en la llamada «Casa de Misericordia», híbrido entre prisión y manicomio, ubicada en el sitio que hoy se conoce como Parque Carabobo.

Días antes de la muerte de José María España, Josefa Joaquina fue interrogada por las autoridades, siendo acusada de inducir a los demás negros de su hacienda a que se levantasen en contra de las autoridades españolas. Responde con aparente tranquilidad las preguntas de las autoridades, manifestando que ignora el paradero de su esposo, así como de don Manuel Gual y su hermano, Domingo Sánchez.

Josefa estaba encinta de su último hijo, y habiendo sido interrogada sobre el paradero de su esposo, y con su embarazo ya muy visible, se armó de valor y contestó: «¿Y acaso no hay en el mundo otro hombre que José María España?».

Las autoridades tenían constancia de que Josefa Joaquina había mandado al negro Rafael España (los esclavos solína llevar el apellido del amo) a hacer que las peonadas de las haciendas vecinas de La Guaira se alzaran en un esfuerzo desesperado por levantar la bandera de la libertad caída de las manos de su esposo. Después del allanamiento de la casa, Josefa Joaquina fue arrestada y llevada a la cárcel por el esclavo Rafael España.

José María España fue capturado, luego de intensas búsquedas; trasladado a Caracas el 30 de abril de 1799 y enjuiciado. Posteriormente, el 6 de mayo, el tribunal condenó a muerte a este insigne venezolano, sentencia que se ejecutó dos días después en la Plaza Mayor de Caracas (hoy Plaza Bolívar). El mismo día, la cabeza y extremidades de España fueron llevadas a La Guaira para que sirvieran como escarmiento a posteriores conspiraciones


La sentencia para Josefa Joaquina fue pronunciada el 19 de enero de 1800: ocho años de reclusión en la Casa de Misericordia. El 13 de junio de 1808, la olvidada prisionera escribe una carta al Gobernador suplicándole que permita a sus hijos continuar sus estudios en la Universidad de Caracas, y el 10 de julio recibe la contestación, firmada por Juan Germán Roscio, negando su petición y dándole la orden de que sus hijos se fueran con ella a Cumaná, el sitio que le había sido designado para terminar su vida.

Así fue confinada en Cumaná, junto a sus hijos, con la prohibición para todos ellos de volver a Caracas o a La Guaira.


Eulalia Ramos de Chamberlain (Tacarigua de Mamporal, Estado Miranda, 12/02/1796)




Ofrendó su vida en la Casa Fuerte de Barcelona. Al grito de "Viva la Patria, mueran los tiranos", recibió una descarga en el pecho, su cuerpo fue mutilado y amarrado a la cola de un caballo.

Eulalia se crió dentro de una familia adinerada con grande propiedades de tierra. Sus padres se unieron al movimiento revolucionario de 1810. En 1812, contrajo matrimonio con Juan José Velásquez con quien tuvo una hija.

La situación política de la época puso en peligro a la recién formada familia Velásquez. Debido a las persecuciones, Juan José abandonó a Eulalia, quien sufrió el agobio de los realistas. Eulalia huyó hacia los montes de Río Chico con su hija recién nacida; la pequeña murió en el camino. Luego de escapar de un ataque realista, regresó con su padre a Caracas, donde supo que su esposo había sido fusilado en la Plaza Mayor de Río Chico en el año 1814.

En 1815 conoce en Cumaná a William Charles Chamberlain, edecán de Simón Bolívar, con quien contrajo matrimonio en 1817. Durante los primeros meses de ese año, el coronel realista Juan Aldama se dirigió con sus fuerzas a Barcelona. El 7 de abril, irrumpieron en la casa de los Chamberlain, asesinando a Eulalia y a su esposo. Eulalia Ramos de Chamberlain tenía 21 años de edad.

Luisa Cáceres de Arismendi (Caracas, 25/09/1799-Caracas, 02/06/1866)



Esposa del prócer Juan Bautista Arismendi (1770-1841). Su padre, profesor de Latín, le enseñó a temprana edad a leer y escribir, así como los principios éticos y morales que le dieron valor durante los años de su cautiverio y destierro.

1814 fue un año adverso para la naciente República y también para la familia Cáceres: el 6 de marzo las tropas del jefe realista Francisco Rosete asaltaron la guarnición de Ocumare y mataron al padre de Luisa, quien se encontraba allí por invitación de su amigo el comandante Juan José Toro. La Comandancia Militar de Caracas, al frente de la cual se encontraba Juan Bautista Arismendi, organiza una expedición el día 14 de marzo en auxilio de los patriotas sitiados en Ocumare; entre los soldados de la operación estaba Félix Cáceres, hermano mayor de Luisa. Las tropas de Arismendi son derrotadas y el hermano de Luisa es hecho prisionero y ejecutado el 16 de marzo.

Los emigrados pasan por Barcelona y se dirigen a Cumaná, a donde llegan a finales de agosto, muchos de ellos consiguen pasar a la isla de Margarita, lugar donde Arismendi puede garantizarles una mayor seguridad. Durante este tiempo, el coronel Arismendi busca a la familia Cáceres, a quienes había conocido y frecuentado por algún tiempo en Caracas en la navidad de 1813, proporcionándoles por este motivo, vestidos, alojamiento y demás recursos. El 4 de diciembre de 1814 el coronel contrae nupcias con Luisa Cáceres.

En septiembre de 1815, las autoridades españolas ordenan la captura de Bautista Arismendi, quien se escapa y oculta con uno de sus hijos en las montañas del cerro Copey; el día 24 de septiembre, Luisa Cáceres, quien se encontraba embarazada, es tomada como rehén para doblegar a su esposo. Encerrada por un tiempo en la casa de la familia Amnés, es trasladada días después a un calabozo de la fortaleza de Santa Rosa. El 26 de enero de 1816, Luisa da a luz una niña que muere al nacer dadas las condiciones del parto y del calabozo en el cual se hallaba prisionera, el cadáver de la recién nacida fue dejado junto a ella durante 48 horas.

Posteriormente, es trasladada al fortín de Pampatar, donde permanece algunos días antes de ser enviada a la prisión de La Guaira y finalmente al convento de la Inmaculada Concepción en Caracas, donde ingresa como prisionera el 22 de marzo de 1816. Durante todo este tiempo se le mantuvo incomunicada y sin noticias de sus familiares. Los triunfos de las fuerzas republicanas comandadas por Arismendi y por el General José Antonio Páez en Apure, determinan que Luisa sea trasladada a Cádiz, hacia donde es embarcada el 3 de diciembre de 1816.

El barco en el que viajaba es atacado por un buque corsario, el cual se apodera de todo el cargamento y abandona a los pasajeros en la isla de Santa María, en las Azores. Imposibilitada de regresar a Venezuela, Luisa llega a Cádiz el 17 de enero de 1817. Es presentada ante el Capitán General de Andalucía, quien protesta por el trato al que fue sometida por las autoridades españolas de América, y le da la categoría de confinada, asignándole además una pensión de 10 reales de vellón diarios. Durante su permanencia en Cádiz se negó a firmar un documento donde debía manifestar su lealtad al rey de España y renegar de la filiación patriota de su marido, a lo cual respondió que el deber de su esposo era servir a la patria y luchar por libertarla.


El 3 de mayo de 1818 llega a Filadelfia, luego de fugarse de Cádiz con la ayuda de Francisco Carabaño y el inglés Mr. Tottem; de allí se dirige a la isla de Margarita donde desembarca el 26 de julio de 1818. Finalmente, 19 de septiembre de 1819, el Consejo de Indias dicta una resolución que le concede absoluta libertad y facultad de fijar su residencia donde desee. Residió en Caracas hasta el día de su muerte (1866). Sus restos fueron trasladados al Panteón Nacional en 1876, siendo la primera mujer cuyos restos ingresaron en esa histórica sede.


Juana Ramírez (Chaguaramas, Estado Guárico, 1790-Chaguaramal, Estado Monagas, 1856)


Conocida como "Juana la Avanzadora". Su madre se llamaba Guadalupe Ramírez y su padre uno de de los Generales Rojas: Andrés o José Francisco. Su madre fue traída de África y fue comprada por la familia del General Andrés Rojas. La esclava Guadalupe y su hija trabajaban en las tierras que la familia Rojas. Fue criada bajo la tutela de doña Teresa Ramírez de Balderrama, quien la protegió y le dio su apellido.

Juana participó en las batallas que se realizaron en las cercanías de Maturín, contra Antonio Zuazola, de La Hoz, Monteverde y Morales.


En la batalla del 25 de mayo de 1813, Juana tuvo una significativa participación. Ese día, patriotas y realistas se enfrentaron en una dura lucha que tuvo su final cuando oscurecía. Siguiendo las órdenes del Comandante Felipe Carrasquel, Juana avanzó con su batería de mujeres y le dio el triunfo a los patriotas.


La batalla se realizó en la sabana del Alto de los Godos, en el oeste de Maturín. En esa sabana, dos mil hombres patriotas esperaron a Monteverde que venía con muchos más hombres. La batalla comenzó cerca de las 11 de la mañana.


Juana y su batería de mujeres estaban cerca de lo que hoy es la Plaza Piar, de Maturín. Allí las mujeres atacaban al enemigo, atendían heridos y disparaban cañones. Como a las 4 de la tarde les llegó la noticia de que a los patriotas se les estaban acabando las municiones. El Comandante Felipe Carrasquel ordenó a Juana avanzar hasta Los Godos. Monteverde tuvo que huir ante tal arremetida. Con este triunfo los patriotas ganaron armas, municiones, 6.000 pesos de plata y 3 cañones, más los cofres de Monteverde. Juana se encargó de enterrar a los realistas caídos una vez finalizada la batalla.


Al año siguiente, el 11 de diciembre de 1814, Maturín cayó bajo el poder del español Morales, quien arrasó la aldea, quemó todas las casas y asesinó a todos los ancianos, niños y mujeres que pudo. La mayor parte de esa población era caraqueña y del centro del país, que se fueron a Oriente cuando Boves entró a Caracas. Con esta victoria de Morales cae la Segunda República. Juana y otras personas huyeron hacia las montañas y siguieron la lucha como guerrilleros.


Cuando Venezuela logró su independencia, Juana se quedó a vivir en Chaguaramal (Estado Monagas), localidad muy próspera que luego desapareció y varios de sus habitantes emigraron hacia la parte alta y construyeron las primeras casas de lo que ellos llamaron San Vicente, en el año 1924.


Tuvo la heroína cinco hijas: Clara, Juana, Juana, Josefa y Victoria. Se dedicó a trabajar la agricultura. Murió en 1856, a los 66 años. Fue sepultada en el cementerio antiguo de Chaguaramal, el mismo que en la actualidad es utilizado por las comunidades de San Vicente y Pueblo Libre.


Unos cardones, que continuamente sembraban los guacharaqueros y los sanvicenteños, recordaban el sitio exacto donde está enterrada "La Avanzadora". Un monumento, construido y declarado Santuario Patriótico Distrital en 1975, y luego, en 1994, declarado Santuario Patriótico Regional, señala ahora el lugar donde reposan para siempre sus restos. En su honor se erigió el Monumento Juana La Avanzadora, casi al final de Avenida Bolívar de Maturín.

***

Fuentes:

Sección Heroínas de Venezuela de la Web histórica del Ejército Bolivariano
http://historica.ejercito.mil.ve/index.php?option=com_content&task=view&id=25&Itemid=39

Sección Biografías de Venezuela en la página de Venezuela Tuya
http://www.venezuelatuya.com/biografias/

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